Articulos

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) para los Trastornos de Ansiedad

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) para los Trastornos de Ansiedad

La terapia de aceptación y compromiso (ACT) para los trastornos de ansiedad es una innovativa terapia conductual.

Se basa en la disminución de la función de regulación de la conducta ansiosa y de las cogniciones relacionadas. Presta mucha atención al cambio de la conducta coherentemente con los valores del paciente.

Por lo tanto, este método terapéutico tiene dos objetivos principales:

  1. entrenar la aceptación de pensamientos y sentimientos problemáticos inútiles que no pueden y a lo mejor no deben ser controlados; 
  2. compromiso y acción para vivir una vida basada en valores seleccionados.

Esto explica por qué ACT tiene que ver con la aceptación y, al mismo tiempo, con el cambio. Si se aplica a los trastornos de ansiedad, los pacientes aprenden a poner fin a la lucha con su incomodidad relacionada con la ansiedad. También aprenden a asumirse responsabilidad, compromitiéndose con acciones que les mueven en relación a los objetivos de vida (valores) elegidos.

Este método también enseña a los pacientes la capacidad de apreciar y observar pensamientos y sentimientos desfavorables así como son en vez de enseñar estrategias “diferentes y mejores” para cambiar o atenuar pensamientos y sentimientos no deseados. Por lo tanto la evitación de la ansiedad, junto a la flexibilidad en respuesta a la misma y a otras formas de incomodidad, ofrecen una situación para los individuos que las activan en dirección de los objetivos de vida escogidos, aun si están presentes pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales desagradables.

 

Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y trastornos de ansiedad: el estudio

En este estudio, 3 distintas prescripciones para la búsqueda de tratamientos para los trastornos de ansiedad han sido tratadas en un estudio privado con 10 sesiones de ACT.

Los resultados de este estudio han mostrado que tres casos consecutivos que presentban trastornos de ansiedad han sido tratados con 10 sesiones de un protocolo ACT parecido para los trastornos de ansiedad. Los participantes han manifestado cambios significativos entre pretratamiento y postratamiento en la gravedad de los trastornos de ansia. Esta serie de casos tienen implicaciones exprimentaes y clínicas.

Experimentalmente, este es el primer estudio que conocemos que analiza el empleo de ACT para los trastornos de ansiedad para monitorar los cambios en la ansiedad y en la evitación utilizando un patrón de series temporales. Los datos de 3 casos no son definitivos en alguna manera, pero la coherencia entre los 3 participantes es notable. Estos resultados respaldan un proceso de cambio que tiene que ver con la alteración de la función de la ansiedad y su gravedad. Estos datos sugieren que se puede tratar con éxito un trastorno de ansiedad focalizándose en el impacto funcional de la ansiedad sobre la conducta más allá del nivel de ansiedad.

 

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): el estado del arte

Al evaluar el estado empírico de ACT, es importante considerar que uno de los fines primarios de sus autores era el de crear un modelo diagnóstico de amplia aplicabilidad. El objetivo era el de incluir también el tratamiento de problemas que no se adaptan perfectamente a las categorías diagnósticas. El contenido del protocolo ACT no varía mucho en las distintas aplicaciones. Esto origina unas ineficiencias potenciales en la formación y desarrollo de competencias dentro de contextos en los que es díficil contener la gama de presentación de las reclamaciones.

Hasta hoy, nunca se ha conducido un análisis sistemático acerca de la relación potencial entre coste y eficacia de ACT. Hay algunas indicaciones por parte de Luoma et al. y Arch et al. que afirman que ATC está correlacionada con el acceso a más terapias. Esto puede ser una ventaja si la alternativa reduce el coste del tratamiento y desarrolla también una mayor independencia y capacidad de autogestión en los pacientes con respecto al tratamiento alternativo. Estas posibilidades requieren ulteriores investigaciones. 

 

En la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), el objetivo es aprender a tener ansiedad

Para terminar, ACT ha ayudado al paciente a introducir la sensación que la lucha y el control de hecho pueden interferir con el funcionamiento cotidiano y el logro de los objetivos de vida. Este método constituía un acercamiento constructivo al cambio de conducta de un paciente con un enfoque en la mejora de la calidad de vida. Esta es la razón por la que a lo mejor el objetivo más importante del programa ACT es animar a los pacientes para que se comprometan con respecto a la dirección del objetivo de su vida.

El fin era enseñar a los pacientes las habilidades de aceptación y concienciación como maneras de percibir en pleno las respuestas no deseadas relacionadas con la ansiedad. Además, el paciente tenía que aprender a percibir tales respuestas para lo que son. O sea: pensamientos como pensamientos, sensaciones físicas como sensaciones físicas, imágenes como imágenes, sentimientos como sentimientos. El objetivo era aprender cómo tener ansiedad. Esta parte es descrita como “prepararse para enfrentar la ansiedad por medio de la aceptación consciente para poder seguir adelante con la propia vida”. La práctica de la exposición ha ofrecido una importante oportunidad al paciente para desarrollar su disponibilidad a experimentar la depresión y el trastorno de ansiedad generalizada y para enfrentarlos.

 

Artículo libremente traducido y adaptado. Fuentes: Hasheminasab, M., Babapour Kheiroddin, J., Mahmood Aliloo, M., & Fakhari, A. (2015). Acceptance and Commitment Therapy (ACT) For Generalized Anxiety Disorder. Iranian journal of public health, 44(5), 718–719.

La contribución de Janina Fisher al estudio de los traumas complejos

traumas complejos

Traumas complejos: la contribución de Janina Fisher

Para los que trabajan en el campo de los traumas complejos, uno de los acontecimientos más emocionantes de los últimos años ha sido la publicación de Healing the Fragmented Selves of Trauma Survivors, de la Dra. Janina Fisher.

Este libro es un resumen del estado actual de los conocimientos en la investigación del trauma, impulsado por la sabiduría, la perspicacia y la profunda compasión por las víctimas de los abusos. La Dra. Fisher reúne la investigación neurobiológica, la teoría psicológica y un productivo, aunque a veces doloroso, proceso de prueba y error en el que docenas de terapeutas comprometidos han buscado mejores formas de ayudar a los supervivientes de traumas.

Desgraciadamente, muchas de las personas que sufren las secuelas de una infancia traumática han encontrado el valor necesario para iniciar un curso de terapia, sólo para verse obligadas a dejarlo porque la confrontación con sus recuerdos reprimidos o parcialmente reprimidos ha provocado un colapso personal o una crisis que ha hecho imposible continuar la terapia. Aunque se puede argumentar que la terapia según el modelo “debe empeorar antes de mejorar” ha ayudado, no obstante, a muchas personas, la oportunidad de encontrar un modelo menos doloroso es evidente.

La Dra. Fisher describe tanto el nuevo modelo mejorado para la terapia del trauma como el proceso del que surgió, que es una historia fascinante en sí misma. El libro es una lectura obligada para cualquier persona que trabaje en el campo de la psicología. Pero también atraerá a las víctimas de traumas complejos, especialmente a las que comienzan la terapia, y puede ser leído fácilmente por cualquier persona que tenga amigos o familiares con traumas complejos, o por cualquiera que tenga interés en el tema.

 

La disociación como mecanismo de adaptación

Como indica el subtítulo del libro, “Superar la alienación interna del yo“, un tema central es el fenómeno de la disociación, que se encuentra en tantos supervivientes de traumas y no sólo en los que cumplen los criterios del Trastorno de Identidad Disociativo (TID) que se encuentran en el DSM-V. La Dra. Fisher analiza las diferentes formas en que se manifiesta la disociación o la alienación en las personas que han experimentado períodos prolongados de trauma. También explica un mecanismo biológico para estos síntomas que tiene sentido a la luz de la neurociencia contemporánea y el estudio del comportamiento humano y animal.

El cerebro humano es una máquina extraordinaria, perfeccionada durante millones de años de evolución para la supervivencia. Quizás su característica más notable sea su capacidad de aprender y adaptarse a diferentes entornos. La mayoría de los animales tienen dificultades cuando se les coloca en un entorno ligeramente diferente al que están adaptados. Pero, apenas 50.000 años después de abandonar África, los humanos han aprendido no sólo a sobrevivir, sino a prosperar en entornos tan diversos como la tundra canadiense, la selva amazónica, el desierto de Gobi y las montañas del Himalaya.

Aunque todos los animales se desarrollan respondiendo a los estímulos, la capacidad de adaptación a una variedad de situaciones diferentes en los seres humanos no tiene parangón. Para nuestra sorpresa, una de las situaciones más extremas, pero nada raras, para las que los humanos deben desarrollar mecanismos de afrontamiento es el abuso por parte de los tutores.

 

Disociación

La Dra. Fisher explica el mecanismo por el que los niños maltratados, las víctimas de secuestros y otras víctimas que han sufrido traumas complejos afrontan las formas más horribles de violencia y crueldad mediante la disociación. Esto significa que separan la parte de su personalidad que experimenta el abuso, de las partes que experimentan otros aspectos de la vida.

Esto es especialmente esencial cuando el abuso se produce en manos de una persona que también es responsable de proporcionar alimentos, refugio y protección física. En esta situación, la persona maltratada debe aprender a funcionar de forma dual. Tendrá que ver a la misma persona como una amenaza y como una fuente de bienes esenciales. La disociación -la fractura de la personalidad en diferentes partes- es la forma más fácil, quizás la única, de hacerlo. Incluso la persona más sana y equilibrada tiene una personalidad variada. De hecho, probablemente actúes de forma diferente en una fiesta que en el trabajo o, si no lo haces, probablemente deberías hacerlo. Sin embargo, se puede decir que la persona maltratada recurre a una parte normal del conjunto de herramientas del cerebro de forma extrema y, en última instancia, perjudicial, como única forma de sobrevivir.

 

Trauma complejo y disociación

Comprender cómo el trauma complejo produce síntomas disociativos señala el camino hacia las soluciones. La disociación no es, correctamente hablando, el resultado de un cerebro dañado, sino el resultado de un proceso de aprendizaje. Un proceso de aprendizaje que ciertamente nunca debería haber ocurrido, pero sigue siendo algo que en sí mismo es positivo. La forma de salir del trauma complejo es reconocer las diversas fracturas de la personalidad no como una herida, sino como un signo de supervivencia. No como algo que deba ser eliminado, sino como partes de ti que requieren ser reintegradas.

El camino hacia la curación, explica la Dra. Fisher, se encuentra en el verdadero amor propio, en el deseo de cuidar cada parte de la personalidad. Los episodios disociativos pueden ser dolorosos, aterradores y perturbadores, a menudo con bastante frecuencia, pero odiar una parte de uno mismo sólo prolonga la agonía.

 

Curación de traumas complejos

En su libro, la Dra. Fisher demuestra que las víctimas de traumas complejos pueden progresar mejor en la terapia cuando comprenden bien su personalidad fragmentada, lo que la causó y lo que la mantiene.

Esto nos recuerda una diferencia fundamental entre la salud mental y otras áreas de la medicina. Una operación o una píldora funcionan igual de bien independientemente de la comprensión de su mecanismo. Es cierto que el efecto placebo es poderoso e indica una conexión entre la creencia y la curación. Pero eso sólo requiere que uno crea que el tratamiento funciona, no que entienda cómo funciona.

La psicoterapia, por otra parte, suele ser más eficaz cuando la persona que recibe la terapia desarrolla una comprensión de cómo funcionan sus pensamientos. De hecho, una parte importante de la terapia (¡aunque no la única!) es la comunicación de conocimientos para generar autocomprensión. En este sentido, la terapia tiene una estrecha relación con la filosofía y con muchas tradiciones religiosas, especialmente las que se basan en la meditación y la autorreflexión. El mindfulness, naturalmente, es el ejemplo más citado de una técnica psicológica que se desarrolló a partir de una fuente religiosa (particularmente budista). Pero la observación se aplica más ampliamente.

 

¿Quiere saber más sobre la contribución de Janina Fisher al tratamiento de traumas complejos?

▶️HAGA CLIC AQUI’ y descubra inmediatamente el nuevo curso:

Trabajando en el Legado de Trauma, con Janina Fisher

Trabajando en el Legado de Trauma, con Janina Fisher

 

Artículo traducido y adaptado libremente. Fuente: Psychcentral.com

Cómo los padres pueden convertir a sus hijos en narcisistas

Cómo los padres pueden convertir a sus hijos en narcisistas

¿Qué es lo que convierte a la gente en narcisistas? En los últimos años, ha ocurrido una aparente explosión de una identidad propia dañina, especialmente en los jóvenes que son más ansiosos e inseguros que las generaciones anteriores. Sin embargo, al mismo tiempo, parece que anhelen y se esperen un mundo mejor. Pero ¿por qué ocurrió eso?

A pesar del título provocador, el Dr. Grant Hilary Brenner, en PsychologyToday.com no quiere echar la culpa a los padres, sino argumentar que, por lo que concierne las cuestiones intergeneracionales, todos están implicados, pero nadie es el culpable.

 

Narcisismo sano vs narcisismo patológico

El narcisismo en sí mismo es un rasgo normal y saludable de la personalidad. ¿Cómo es posible disfrutar de un autocuidado sólido, una autoestima sana, una autocompasión o una seguridad sin un narcisismo bien estructurado? Ser capaz de establecer relaciones sanas con los demás requiere que cada persona involucrada sea capaz de equilibrar sus necesidades con las necesidades de los demás.

Esto también requiere un narcisismo adaptativo, que va más allá de la co-dependencia y la autosuficiencia extrema. Las parejas que carecen de narcisismo sano caen en patrones repetitivos y dolorosos de falsa intimidad y ciclos de hostilidad destructiva. Sin un narcisismo suficientemente sólido, es imposible tener cordura en una relación.

Entender el narcisismo patológico es algo muy importante, ya que nuestra civilización se complica y se fragmenta cada día más. Las tecnologías potencialmente deshumanizadoras y aislantes nos dominan y amenazan con reemplazar las relaciones reales con unas ficticias. Al mismo tiempo, es igual de importante cumplir con la promesa de crear nuevas maneras de entablar relaciones que trasciendan el espacio físico y faciliten también el crecimiento durante la adversidad.

 

Cómo criar a niños narcisistas

Con el fin de aclarar el papel que juegan los padres en la educación de hijos en con narcisismo patológico, las investigadoras Charlotte van Schie, Heidi Jarman, Elizabeth Huxley y Brin Grenyer (2020) llevaron a cabo un estudio que examina los factores clave potencialmente importantes, examinados por primera vez en un grupo.

Han analizado factores como la hiperprotección y a la crianza helicóptero (en ingés, helicopter parenting), la sobrevaloración, la lenidad y el maltrato, en un grupo de 328 personas de entre 17 y 25 años, la mayoría de las cuales (el 77%) eran mujeres, y les pidieron que rellenaran un formulario que presentaba los siguientes parámetros:

Inventario de Narcisismo Patológico (INP). Este informe distingue dos tipos de narcisismo: grandioso y vulnerable. Las tendencias grandiosas se expresan a través de preguntas sobre fantasías grandiosas (en inglés, grandiose fantasy), explotación y mejora personal a través del sacrificio. Las tendencias vulnerables se reflejan en una autoestima contingente, vergüenza, subestima y la ira que surge de la presunción.

Parental Bonding Instrument (PBI): el PBI pide a los participantes que piensen en cómo fueron criados y que reporten recuerdos de aspectos clave de su relación con los padres. Hay tres subescalas: cuidado, hiperprotección y autoritarismo. El cuidado abarca tanto actitudes cálidas como actitudes frías, incluye empatía y falta de comprensión, aceptación y rechazo.

  • Hiperprotección: haciendo referencia a una escala de seis entradas, los participantes estimaron cuánto intrusivos eran sus padres y en qué medida se esforzaron para minimizar los potenciales riesgos.
  • Autoritarismo: esta escala de siete entradas se refiere a cuánto restrictivos son los padres con respecto a cuánta libertad brindan, aproximándose a la lenidad.
  • Sobrevaloración de los padres: los participantes recordaron el grado de sobrevaloración de los resultados obtenidos y cuánto les elogiaban desproporcionadamente. Estos factores se estimaron con una escala de cuatro elementos, ya utilizada en otras investigaciones.

Child trauma Questionnaire (CTQ): mide cinco dimensiones de la negligencia y el maltrato infantil: abuso emocional, negligencia emocional, abuso físico, negligencia física y abuso sexual.

Los datos se analizaron utilizando el Modelo de Ecuaciones Estructurales (en inglés, Structural Equation Modeling) para buscar correlaciones entre los diferentes factores que relacionan los factores maternos y paternos con el narcisismo vulnerable y grandioso.

 

Resultados

Aunque hubo diferencias entre las influencias de las madres y de los padres, la hiperprotección fue un factor común para el narcisismo vulnerable y grandioso. Como sugiere una investigación anterior, el trabajo apoya la idea según la que la hiperprotección parental está asociada con el narcisismo en adultos jóvenes. Además, aunque la crianza de los hijos por parte de ambos los padres es muy importante, la contribución materna desempeña, en promedio, un papel más importante.

La sobrevaloración materna estaba particularmente relacionada con el narcisismo grandioso. La sobrevaloración paterna, en cambio, se asoció con un narcisismo grandioso solo cuando los participantes tuvieron padres menos atentos y más tolerantes. Un mayor cuidado por parte del padre, junto con límites más firmes, parece proteger contra la influencia de la grandiosidad y de la sobrevaloración por su parte.

Mientras que la lenidad paterna estaba parcialmente asociada con el narcisismo grandioso, la lenidad materna estaba asociada con el narcisismo vulnerable. El narcisismo vulnerable también se asoció con el abuso y el abandono por parte de la madre.

El abuso y el descuido por parte del padre no jugaron un papel importante en esta muestra, a parte del efecto protector contra la grandiosidad si el padre es cariñoso, un hallazgo poco claro, dado el importante papel del maltrato en el desarrollo. Puede ser que los factores paternos influyan en otros resultados de la personalidad, ya que el trauma infantil puede estar relacionado con otros trastornos de personalidad, además del narcisismo, en particular el trastorno de personalidad límite.

 

Otras consideraciones

En esta investigación destacan dos resultados principales:

Primero, la hiperprotección se asocia con el narcisismo patológico, tanto grandioso como vulnerable; segundo, que, al igual que con investigaciones anteriores, la personalidad y la crianza de la madre tienen, en promedio, un impacto mayor que el del padre, aunque hay mucho más que una diferencia de género.

El efecto de una madre puede no ser relevante en el vínculo madre-hijo, pero puede ser más importante quien es el cuidador principal, a pesar de su género. Las mujeres son cada vez más las principales cuidadoras, a pesar de los cambios culturales, pero incluso el efecto de la socialización, las normas de género y los factores relacionados con eso desempeñan un potencial papel. Los padres menos “tradicionales”, que trabajaban menos y pasaban más tiempo en los procesos de crianza de los hijos, tenían más probabilidades de estar sensibles durante el juego y disfrutar de matrimonios más íntimos (NICHD, 2000).

Del mismo modo, según un estudio de 2014, los padres que pasan más tiempo en el proceso de crianza muestran cambios en la actividad cerebral y endocrina, y sus cerebros convergen en una “red neuronal de cuidado parental”. Sin embargo, la conducta y la personalidad del cuidador primario, en comparación con los secundarios, contribuyen al desarrollo del narcisismo.

 

Una protección excesiva no hace bien

Se cree que la hiperprotección afecte el desarrollo, lo que conlleva menos oportunidades para aprender del fracaso o desarrollar una “armadura” y la creación de un choque al pasar de la familia hiperprotectora al “mundo real”, donde a las personas no les importa un cuerno.

De hecho, investigaciones anteriores sugieren que resolver las ansiedades de los niños impide que los niños aprendan a lidiar con la angustia y la incertidumbre, factores que contribuyen a todo tipo de problemas en edad adulta.

Asimismo, la sobrevaloración y la lenidad pueden socavar varios desarrollos adaptativos. Obtener elogios sin ganárselos lleva a una visión distorsionada del mundo, visiones equivocadas de cómo se relacionan la recompensa y el compromiso, y una comprensión escasa de cómo establecer límites en situaciones de adultos. Aprender estas habilidades en un dormitorio universitario sin la guía adecuada puede solo echar leña al fuego.

El maltrato aumenta el impacto de la crianza parental en la personalidad, lo que lleva a mayores sentimientos de vulnerabilidad interpersonal. Este es, trágicamente, el caso que ocurre cuando el trauma lo causa el cuidador primario, empeorando la inseguridad con la traición y la desconfianza. La adversidad también puede transmitirse de generación en generación, afectando la crianza de los hijos de manera negativa, por ejemplo, debilitando su función reflexiva, una habilidad mental clave, necesaria no solo para la crianza de los hijos, sino también para la vida, como se demuestra en las madres traumatizadas.

 

Educación de los niños

Esta investigación sugiere lo que muchos ya recomiendan: criar a los niños para que crezcan seguros, con un sentido resiliente de sí mismos y capaces de navegar en una realidad compleja, cada vez más exigente y distrayente requiere una combinación de suavidad y firmeza. La capacidad de los padres para tolerar la ansiedad y la incertidumbre, (frente a sus propios fantasmas en el camino) es tanto importante como el apoyo para una adecuada toma de riesgos. Finalmente, el equilibrio es crucial para proporcionar elogios merecidos, con honestad y amabilidad.

Adoptar este enfoque y aplicarlo a la crianza de los hijos es complicado si otras familias, escuelas y culturas en general promueven valores pro-narcisistas de hiperprotección, sobrevaloración, lenidad e insensibilidad.

 

Fuente: traducción gratuita del artículo “How Parents Can Turn Their Children Into Narcissists” por el Dr. Grant Hilary Brenner, de PsychologyToday.com

La autorevelación y la autenticidad del terapeuta, por Irvin Yalom

Irvin Yalom
Autore: Irvin Yalom
Irvin Yalom, MD. El escritor y psiquiatra Dr. Yalom ha sido una figura destacada en psicoterapia desde la publicación en 1970 de su primer ensayo "La teoría y práctica de la psicoterapia de grupo".... Leggi la Bio
La autorevelación y la autenticidad del terapeuta, por Irvin Yalom

En este pasaje de su libro El don de la terapia, Irvin Yalom expone sus ideales de autorevelación y autenticidad del terapeuta.

Antes de ver a Nancy

En mi descanso de 15 minutos antes de ver a Nancy, la última paciente del día, controlé el contestador automático y escuché un mensaje de una radio de San Francisco.

«Dr. Yalom, espero no le moleste, pero hemos decidido cambiar el formato del programa de mañana por la mañana. Hemos invitado a otro psiquiatra a participar y, en lugar de una entrevista, hemos decidido que sea un debate entre tres. Hasta mañana a las 8:30. Supongo que está bien para usted».

¿Vale? No, no me vale en absoluto. Y cuanto más me pensaba en ello, menos me parecía bien. Estaba de acuerdo en ser entrevistado en un programa de radio para dar a conocer mi nuevo libro El don de la terapia.

A pesar de que me entrevistaron varias veces, me sentía ansioso por esta entrevista. El entrevistador estaba muy preparado y era muy exigente. Además, se trataba de una entrevista de una hora y el volumen del público de la radio era realmente enorme. Por último, se transmitiría en mi ciudad natal, donde me escucharían muchos amigos. Este mensaje simplemente aumentó mi ansiedad.

No conocía al otro psiquiatra, pero, para elevar el tono de la entrevista, sin duda, invitaron a alguien con un punto de vista opuesto al mío. Estuve reflexionando sobre el tema. Lo último que quería era que yo (o mi libro) tuviéramos una hora de confrontación hostil frente a un público de cientos de miles de personas. Intenté volver a llamar. Sin éxito.

Nancy

No estaba lo suficientemente lúcido como para ver a una paciente, pero ya eran las 18 y dejé pasar a Nancy a mi despacho.

Nancy, profesora de enfermería de 50 años, había llegado por primera vez 20 años antes, tras la muerte de su hermana mayor que había tenido un tumor cerebral. Me acuerdo de cómo comenzó: «Ocho sesiones. Eso es lo que quiero. Ni una más, ni una menos. Quiero hablar de la pérdida de la persona más querida que he tenido en mi vida. Y quiero entender qué sentido tiene mi vida sin ella».

Esas 8 sesiones pasaron rápidamente. Nancy traía un programa para cada sesión, unos recuerdos importantes de su hermana: sus tres peleas (una de las cuales llevó a cuatro años de silencio entre ellas y que se concluyó en el funeral de su madre); el descontento de su hermana con su novio; y su profundo amor por su hermana, un amor que nunca había expresado abiertamente.

La suya era una familia de secretos y silencios. Los sentimientos –sobre todo los positivos– rara vez tenían voz.

Nancy era muy inteligente y brillante: tenía iniciativa en su terapia, trabajaba duramente y parecía que quería pequeñas ayudas de mí. Al final de la décima sesión me dio las gracias y se fue como cualquier paciente satisfecho. Sin embargo, yo no estaba satisfecho. Habría preferido una terapia más ambiciosa. Había tocado muchos aspectos, especialmente en el ámbito de la intimidad, donde debería haberse hecho un trabajo más profundo.

El regreso de Nancy a la terapia

En los siguientes 20 años me llamó dos veces más para una terapia corta, repitiendo el mismo patrón y utilizando el tiempo de manera eficiente. Luego, hace un par de meses, me llamó y me pidió que nos viéramos durante un período mayor, quizás de 6 meses, para trabajar en algunos importantes problemas matrimoniales.

Con los años, su marido Arnold y ella se habían convertido en verdaderos desconocidos: dormían en habitaciones separadas y en plantas separadas de la casa. Nos vimos semanalmente durante algunos meses y su relación con los hijos y el marido había mejorado desde hace un par de semanas. Por ende, le pedí si quería terminar la terapia.

Ella estaba de acuerdo en que las cosas estaban mejorando, pero necesitaba una sesión más para tratar otros problemas que habían surgido: el miedo escénico. Tenía una terrible ansiedad por un seminario que debía tener ante un público muy importante.

En cuanto nos sentamos, Nancy se sumergió en una gran ansiedad por el próximo seminario. Apreciaba su energía. Había desviado mi atención desde ese maldito programa de radio. Habló de su insomnio, de su temor a fracasar, de lo mucho que no le gustaba su voz y estaba avergonzada por su aspecto físico.

Sabía exactamente qué hacer con ella y empecé a acompañarla en el camino terapéutico conocido. Le recordé que era una experta, que conocía el tema mejor que cualquier otra persona entre el público. Aunque estaba distraído de mi ansiedad, le recordé que siempre había sido brillante en los seminarios. Estaba a punto de subrayar la perspectiva irracional acerca de su voz y su aspecto físico cuando me cogió una sensación de náuseas.

Un punto de inflexión: La autorevelación y la autenticidad

¿Cómo podía ser tan hipócrita? ¿Mi mantra en terapia no ha sido siempre: «las relaciones son lo que nos cura y nos sana»? ¿No he escrito y enseñado siempre a promover la autenticidad? ¿No ha sido siempre la relación auténtica y sólida el billete directo, el ingrediente esencial para una terapia exitosa?

Sin embargo, estaba aquí, afectado por la ansiedad por un programa de radio y ocultando todo ello tras una expresión de terapeuta compasivo pegada a mi cara y con una paciente con mis mismas preocupaciones. Y con una paciente que quería trabajar acerca de la intimidad. No podía seguir con esa hipocresía.

Tomé un hondo suspiro y confesé. Le dije del mensaje en el contestador automático poco antes de que empezáramos la sesión y de mi ansiedad y enfado por mi duda. Me escuchó atentamente y después, con una voz de recordatorio, preguntó: «¿Qué piensa hacer?».

«Estoy pensando en negarse a ir si insisten en esto nuevo plan».

«Sí, me parece muy razonable» me ha dicho. «Usted estaba totalmente de acuerdo con otro formato y la radio no tiene derecho a cambiar las condiciones sin consultarle. Yo también me sentiría muy enfadada. ¿Hay alguna consecuencia si se niega?»

«No se me ocurre ninguna. Podrían no invitarme cuando salga el próximo libro, pero quién sabe cuándo y si escribiré otro».

«O sea, ¿no hay consecuencias si se niega, pero hay muchas si dice que está de acuerdo?»

«Parece que sí. Gracias, Nancy, ha sido una ayuda muy valiosa».

La respuesta de Nancy a autorevelación y autenticidad

Guardamos silencio por un momento y luego le pregunté: «Antes de volver a mi problema, permítame preguntarle algo: ¿Cómo se siente al respecto? No es algo que pasa todos los días».

«Me gusta lo que ha hecho, ha sido muy importante para mí» dijo. Se quedó pensativa por un momento y luego añadió: «Tengo muchas sensaciones al respecto. Me siento honrada de que usted haya compartido tanto conmigo. Que me haya “normalizado”. El hecho de que usted haya demostrado su ansiedad me ha hecho aceptar más la mía. Creo que su apertura es contagiosa. Quiero decir, me ha dado el valor para hablar de algo que yo no creía poder decir».

«Bien, sigamos…»

«Pues». Nancy no parecía cómoda en su silla. Respiró y dijo «Pues… allá vamos…».

Me quedé esperando. Era como esperar a que se levantara la telón para un espectáculo en el teatro. Uno de mis mayores placeres. Y una buena historia que intenta comenzar es otro placer impredecible. ¿Y mi ansiedad, la molestia por la entrevista y la radio? ¿Qué entrevista? ¿Qué radio? Lo olvidé todo. El poder narrativo aleja todas las preocupaciones.

La historia de los dos ríos

«Ha mencionado su libro El don de la terapia y esto me da la oportunidad de decirle algo. Hace un par de semanas, leí todo el libro de una vez, hasta las 3 de la noche». Hizo una pausa.

¿Y? Esperaba sin vergüenza un cumplido.

«Pues, me gustó, pero tengo curiosidad por el uso de mi historia de los dos ríos…»

«¿Tu historia de los dos ríos? Nancy, esa era la historia de una mujer que murió hace un par de años. La describo en el libro. He utilizado su historia en terapia compartiéndola durante tantos años que ni siquiera la recuerdo».

«No, Irv. Esa era mi historia. Se la conté durante la primera terapia, hace 20 años».

Sacudí la cabeza. Sabía que era una historia de Bonnie. Lo sabía porque todavía recordaba la cara de Bonnie mientras me contaba la historia, su mirada pensativa mientras se acordaba de su padre. Todavía podía ver su turbante morado en la cabeza: había perdido el cabello por la quimioterapia.

«Nancy, todavía puedo acordarme de esa mujer que me cuenta la historia, puedo…»

«No, esa era mi historia» dijo con firmeza Nancy: «Y tampoco se refería a mí y a mi padre, sino a mi padre y a mi tía, su hermana menor. No fue en los años de la universidad, sino durante unas vacaciones que hicieron en Francia».

Estaba impresionado. Nancy era una persona muy precisa. La fuerza de sus declaraciones capturó mi atención. Me dirigí a mí mismo para buscar la verdad, escuchando el flujo de mis recuerdos que provenía de partes remotas de mi mente. Era un callejón sin salida: Nancy estaba segura de que me lo había contado ella. Yo estaba totalmente seguro de que había sido Bonnie. Pero sabía que tenía que permanecer con mi mente abierta.

Uno de los aforismos más hermosos de Nietzsche me volvió a la mente y me sirvió de narración de emergencias: «La memoria dice ‘Yo lo he hecho’. El orgullo responde: ‘No puedo haberlo hecho’. En cualquier caso, la memoria cede».

Mientras seguíamos hablando, se me ocurrió un nuevo pensamiento abrumador. ¡Dios mío! ¿Podían ser dos historias? ¡Sí, sí! Eso fue lo que pasó. ¡Tenía que ser así! La primera historia era la historia del padre de Bonnie quien pedía reconciliarse, y su desafortunado viaje a la universidad. La segunda historia era la de los dos ríos sobre su padre y su tía. Ahora entendía lo que había pasado: mi memoria hambrienta de gestalt y en busca de una historia había mezclado las dos historias transformándolas en una sola.

La memoria y el recuerdo

Experimentar con la fragilidad de la memoria es siempre chocante. Trabajé con muchos pacientes que se  desestabilizaban al percatarse de que su pasado no era el que creían. Recuerdo un paciente cuya esposa le dijo, en el momento del divorcio, que en tres años de matrimonio, ella había estado obsesionada por otro hombre. Un amante del pasado.

Él estaba perturbado: todos esos recuerdos juntos (atardeceres románticos, cenas de velas, paseos por las playas de islotes griegos) era un espejismo. Su esposa no estaba allí. Pensaba en otra persona. Me dijo más de una vez que había sufrido más por la pérdida de su pasado que la pérdida de su esposa.

En ese momento no comprendía plenamente lo que me decía, pero ahora, con Nancy, finalmente, podía comprender y evaluar lo perturbador que es cuando el pasado se descompone.

El pasado. ¿No era una entidad concreta? ¿No era un conjunto de acontecimientos inolvidables y estrechamente entrelazados con el peso de la experiencia? ¡Cómo me agarré de esta visión sólida de la existencia! Pero ahora lo sabía, y lo sabía de verdad, cuánto la memoria era engañosa. ¡Nunca habría vuelto a dudar de la existencia de los falsos recuerdos!

Lo que me confundía aún más era la forma en la que yo había integrado ese falso recuerdo (por ejemplo, la expresión pensativa de Bonnie), que lo hacía absolutamente indistinguible de un recuerdo real. Dije todo esto a Nancy, disculpándome por no haber pedido su permiso para la historia de los dos ríos.

Nancy y la historia de los dos ríos

Nancy era tranquila por el tema del permiso. Había escrito historias de ciencia ficción y era consciente de lo matizados que pueden ser los recuerdos de la narración. Aceptó inmediatamente mis disculpas por haber publicado algo suyo sin permiso y luego añadió que la hacía feliz saber que se utilizara su historia. Estaba orgullosa por haberme ayudado a ayudar a estudiantes y otros pacientes.

El hecho de haber aceptado mis excusas me dejó tranquilo y le conté una conversación que había tenido unas horas antes con un psicólogo danés de visita. Estaba escribiendo un artículo sobre un trabajo mío para una revista danesa de psicología y me preguntó si mi cercanía con los pacientes hacía más difícil que terminaran la terapia.

La cercanía entre terapeuta y paciente

“Ya que nos acercamos al final, Nancy, te voy a hacer una pregunta clave. ¿Nuestra cercanía realmente interfiere con la conclusión de nuestras reuniones? ”

Pensó durante mucho tiempo antes de responder: “Estoy de acuerdo. Me siento cerca de ella, quizás tan cerca como cualquier otra persona en mi vida. Pero su frase, que la terapia es un ensayo general de por vida, que dijo tantas veces, creo que exageró … bueno, esa frase ayudó a mantener las cosas en perspectiva. No, pronto podré detenerme y retener mucho dentro de mí. Desde el primer día de nuestra última serie de reuniones, ella ha continuado enfocándose en mi esposo. Continuó concentrándose en nuestra relación, pero apenas pasó una hora sin que se acercara a la intimidad entre Arnold y yo “.

Nancy terminó la hora dándome un hermoso sueño (recuerda que Nancy y Arnold dormían en habitaciones separadas).

“Estaba sentado en la cama de Arnold. Estaba en la habitación mirándome. No me importaba que él estuviera allí y estuviera ocupado con el maquillaje. Me quitaba una mascarilla de maquillaje y me la quitaba delante de él ”.

El creador de sueños dentro de nosotros (quien sea, donde sea que esté) tiene muchas limitaciones en la construcción del producto terminado. Una de las mayores limitaciones a las que se enfrenta es que el producto final del sueño debe ser casi en su totalidad visual. Por lo tanto, un desafío importante en el trabajo con sueños es transformar conceptos abstractos en una representación visual. ¿Qué mejor manera de representar una mayor franqueza y confianza con su cónyuge que quitarse una máscara?

Discusión

Repasemos los puntos principales transmitidos en esta caricatura. Primero, consideremos mi auto-revelación de mi ansiedad personal evocada por un evento que ocurrió justo antes del comienzo de la hora de terapia. ¿Por qué elegir compartir esto? Primero, estaba la consideración de la autenticidad. Me sentí demasiado falso, poco auténtico, sentado en mi ansiedad mientras trataba de ayudarla a lidiar con la ansiedad por un problema muy similar. En segundo lugar, está la cuestión de la eficacia. Creo que mi preocupación por mis problemas personales estaba obstaculizando mi capacidad para trabajar con eficacia. En tercer lugar, está el factor de modelado de roles. Mi experiencia de décadas de terapia es que tal revelación inevitablemente cataliza la revelación del paciente y acelera la terapia.

Después de mi auto-revelación hubo, durante unos minutos, una inversión de roles, cuando Nancy me ofreció un consejo eficaz. Le agradecí y luego comencé una discusión sobre nuestra relación comentando que algo inusual acababa de suceder. (En el lenguaje de los terapeutas, hice una “verificación del proceso”). Anteriormente señalé que la terapia es, o debería ser, una secuencia alterna de acción y luego una reflexión sobre esa acción.

Su respuesta fue muy informativa. En primer lugar, se sintió honrada de que yo compartiera mis problemas con ella, de que la tratara como a una igual y de que aceptara sus consejos. En segundo lugar, se sintió “normalizada”, es decir, mi ansiedad la hizo más aceptada. Finalmente, mi revelación sirvió de modelo y estímulo para su posterior revelación. La investigación confirma que los terapeutas que dan forma a la transparencia personal influyen en sus pacientes para que revelen más sobre sí mismos.

La respuesta de Nancy a mi revelación es, en mi experiencia clínica, típica. Durante muchos años he trabajado con pacientes que han tenido una experiencia previa insatisfactoria en terapia. ¿Cuáles son sus quejas? Casi siempre dicen que su terapeuta anterior era demasiado distante, demasiado impersonal, demasiado desinteresado. Creo que los terapeutas tienen todo para ganar y nada que perder con una adecuada revelación de sí mismos.

¿Cuánto deben revelar los terapeutas? ¿Cuándo revelarlo? ¿Cuando no? La guía para responder a estas preguntas es siempre la misma: ¿qué es lo mejor para el paciente? Nancy era una paciente que conocía desde hacía mucho tiempo y tenía una fuerte intuición de que mi autenticidad facilitaría su trabajo. El tiempo también fue un factor importante. La autorrevelación al inicio de la terapia, antes de establecer una buena alianza de trabajo, podría haber sido contraproducente. La sesión con Nancy fue una sesión atípica y generalmente no revelo mi preocupación personal a mis pacientes. Después de todo, los terapeutas estamos ahí para ayudar, no para lidiar con nuestros conflictos internos. Si nos enfrentamos a problemas personales de tal magnitud que interfieren con la terapia, entonces obviamente deberíamos buscar terapia personal.

Dicho esto, permítanme agregar que en innumerables ocasiones he entrado en una sesión preocupado por algunos problemas personales y, al final de la sesión (sin mencionar una palabra sobre mi malestar), ¡me he sentido considerablemente mejor! A menudo me he preguntado por qué. Quizás por el desvío de mi ensimismamiento, o por el profundo placer de ser útil al otro, o por el aumento de la autoestima resultante del uso efectivo de mi experiencia profesional, o por el efecto de una mayor conectividad que todos tenemos. querer y necesitar. Este efecto de la terapia que ayuda al terapeuta es, en mi experiencia, aún mayor en la terapia de grupo. Todas las razones anteriores son válidas, pero hay un factor adicional en la terapia de grupo. Un grupo terapéutico maduro y solidario, en el que los miembros comparten sus preocupaciones internas más profundas, tiene un entorno de sanación en el que tengo el privilegio de sumergirme.

¿La fatiga por compasión es inevitable o se puede predecir?

¿La fatiga por compasión es inevitable o se puede predecir?

Para muchos profesionales que trabajan en el campo de la salud mental, con personas que sufren, este trabajo debe ser una vocación y no una profesión como las otras. Queremos, con todas nuestras fuerzas, ayudar, guiar y apoyar a nuestros clientes para que alcancen sus objetivos. El deseo de ayudar puede empujarnos a trabajar y a participar más, aún más allá de la simple empatía.

¿Cómo podemos estar más preparados para lidiar con los efectos de la exposición continua al trauma secundario (en inglés, “second-hand trauma”), sin hacer caso a su intensidad y a las fluctuaciones continuas en nuestro entorno emocional, que resultan de la sintonía con los pacientes?

Este fenómeno se conoce como ‘fatiga por compasión’ (en inglés, “compassion fatigue”), o como me gusta llamarlo ‘agotamiento psíquico’, y algunos lo consideran inevitable. A veces, trabajar en este ámbito nos afecta de maneras para las que no estamos preparados. Sin embargo, debemos seguir garantizando un apoyo sólido a quienes tratamos.

En calidad de representantes de esta categoría, defendemos expectativas sagradas. Utilizamos términos como “uso de sí mismo” y apoyamos la idea según la que nuestro entorno emocional interno puede influir en el tratamiento. Nuestro objetivo es lograr una “consideración positiva incondicional” (en inglés, “unconditional positive regard”), una frase que encapsula nuestra intención de actuar siempre con energía positiva hacia nuestros clientes. Usamos la empatía regularmente: nos ponemos en la piel de nuestros clientes y experimentamos lo que ellos están experimentando, para llevar a cabo intervenciones más eficaces y lograr tener una relación terapeuta-paciente más auténtica.

La mayoría de las profesiones no requieren un involucramiento de estas emociones o ni que las percepciones personales hagan parte del trabajo. Defendemos estas expectativas, pero las historias que escuchamos y los eventos a los que participamos, por ejemplo, cuando ofrecemos apoyo durante las crisis o las transiciones de vida o simplemente cuando somos testigos de un dolor abyecto, todo eso influye en nuestro trabajo. A lo largo del tiempo, estas experiencias pueden afectar nuestras reacciones emocionales durante cada sesión, turno o interacción.

 

Síntomas de la fatiga por compasión y factores de riesgo

Antes de nada, saber reconocer la fatiga por compasión nos ayudará a buscar apoyo o implementar los cambios necesarios. Varios artículos afirman que la fatiga por compasión se expresa a través de síntomas de depresión, ansiedad, dolor, problemas para conciliar el sueño y grados más altos de trastornos y pesimismo. Estos síntomas y la fatiga por compasión, generalmente, se desarrollan de forma gradual.

¿Quién entre los profesionales tiene mayor riesgo de desarrollar la fatiga por compasión?
En 2017, la investigación de un Departamento de Traumatología llevado a cabo por Lucy Maddox y David Turgoose señala que los que ya tienen un trauma personal en su pasado, los que tienen un número excesivo de casos y los que empatizan a través de un sentido de angustia frente a la angustia del cliente en lugar de usar la empatía como punto de vista, son los que corren el riesgo de desarrollar la fatiga por compasión.

 

Cómo manejar la fatiga por compasión

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de mantener emociones positivas y homeostasis física?
No solo queremos proporcionar la mejor asistencia y asegurar los mejores resultados para nuestros clientes, sino también encontrar la forma de hacerlo que no tenga un impacto negativo en nosotros mismos. 

Masson y Turgoose descubrieron que, para lidiar con todos los problemas psicológicos de hoy en día, el mindfulness parece ser eficaz para prevenir y contrastar la fatiga por compasión, también. La simple conciencia de nuestro estado interior puede ayudarnos a tomar decisiones que podrían cambiar la forma en que manejamos la información estresante. El mindfulness es una práctica: cuanto más la hagamos en nuestra vida diaria, más fácil será para nosotros activarla al interactuar con los clientes.

El mismo estudio reveló que incluso la meditación, típica de algunas prácticas de mindfulness, generó resultados positivos, puesto que permite tolerar mayormente el estrés y favorecer el desarrollo de una mayor resiliencia. La investigación también sugiere una variedad de apoyos que pueden controlar la fatiga por compasión: el uso de prácticas basadas en la evidencia (aquellas intervenciones que dan resultados positivos comprobados) y la práctica del autocuidado ayudarían a encontrar de nuevo el placer de trabajar.

Las instituciones pueden ayudar proporcionando un mayor acceso a la supervisión clínica que, si se realiza de manera eficaz, no solo podría mejorar la capacidad de los profesionales para identificar la fatiga por compasión, sino también prevenirla, ayudándoles a tener una mayor conciencia de su estado interior. Los supervisores están en una posición única desde la cual pueden ayudar sugiriendo apoyo adicional, como la terapia para controlar aún más los efectos de la fatiga por compasión. Establecer una relación de confianza con los supervisores clínicos será esencial para que puedan llevar a cabo un análisis honesto y profundo del contenido de la sesión y la experiencia de los profesionales.

Cuando la fatiga por compasión nos afecta, a veces estamos demasiado agotados para usar métodos de afrontamiento o para crear un plan de cuidado para nosotros mismos; incluso, no logramos entender que nuestro estado no nos hace bien. Por lo tanto, la formación y la prevención son esenciales. Tener una supervisión efectiva, así como proporcionar un apoyo sólido y hacer parte de un entorno solidario, nos ayudará a identificar los síntomas de fatiga por compasión. Una de las prácticas de mindfulness como la meditación puede prevenir algunos de sus efectos. Podemos analizar también el tipo de empatía que utilizamos: ¿estamos reaccionando e imitando las emociones de nuestro cliente o la estamos usando como perspectiva?; y luego hacer los cambios necesarios. El uso de prácticas basadas en la evidencia como la Psicoterapia cognitivo-conductual y la Terapia dialéctico-conductual y el buen uso de la supervisión clínica también pueden controlar los efectos o incluso prevenir la fatiga por compasión.

En calidad de profesionales de la salud mental, podemos priorizar nuestras necesidades psicológicas para ser de mayor ayuda para los que tratamos y para sentir más compasión y empatía a medida que nos relacionamos con los entornos emocionales de los demás.

 

Artículo traducido y adaptado de psychologytoday.com

Trauma intergeneracional: definiciones y nuevas investigaciones

Trauma intergeneracional: definiciones y nuevas investigaciones

En el estudio reciente “Intergenerational trauma is associated with expression alterations in glucocorticoid- and immune-related genes“, publicado el pasado noviembre de 2020 en la revista científica Neuropsychopharmacology, se plantea que en el trauma intergeneracional los genes glucocorticoides y los genes relacionados con el sistema inmunológico están conectados. En particular, la revista hace referencia a un estudio que involucraba 77 descendientes de sobrevivientes al Holocausto y 15 sujetos de control que demuestra la conexión entre la exposición de los padres al Holocausto y la expresión genómica en las células mononucleares de sangre periférica (CMSP). 

Los descendientes de los sobrevivientes a los traumas tienen un nivel alto de probabilidad de:

  • desarrollar TEPT (Trastorno de estrés postraumático);
  • presentar Trastornos del humor y ansiedad;
  • mostrar alteraciones endocrinas y moleculares.

¿De qué forma el trauma intergeneracional afecta a los glucocorticoides y el sistema inmunológico?

Se identificaron cuarenta y dos genes diferencialmente expresados (DE) relacionados con la exposición de los padres al Holocausto (P <0.05 configurado por la tasa de falso descubrimiento, conocida bajo el acrónimo inglés FDR). La mayoría de estos genes están regulados y co-expresados en una red genética relacionada con las funciones de las células inmunológicas. Cuando tanto la exposición de los padres al Holocausto, como la edad de la madre durante la exposición al Holocausto compartían los genes DE, los cambios iban en dos direcciones contrarias.

De igual manera, los cambios en los genes DE compartidos y relacionados con el TEPT materno y paterno eran opuestos. Sin embargo, los cambios en los genes DE compartidos iban hacia la misma dirección cuando estaban relacionados con la exposición materna y paterna al Holocausto o relacionados con la edad de ambos los padres durante la exposición al trauma. Además, a los genes DE relacionados con la exposición de los padres al Holocausto se han enriquecido en función de los genes regulados por glucocorticoides y las vías inmunológicas, algunos de los cuales, median los efectos de la exposición de los padres al Holocausto sobre la proteína C-reactiva. El gen que aparecía mayormente en todos los análisis fue el gen MMP8, que codifica la metaloproteinasa de la matriz 8, que es un regulador de la inmunidad innata.

Finalmente, este estudio identificó un conjunto de glucocorticoides y genes inmunológicos relacionados con la exposición parental al Holocausto, que tienen efectos diferenciales supuestamente según factores relacionados con dicha exposición parental. Una información que confirma, en otras palabras, que el trauma intergeneracional tiene consecuencias tanto en los glucocorticoides como en el sistema inmunológico.

 

¿Qué es el trauma intergeneracional?

La idea de que un trauma puede transmitirse de generación en generación es nueva. O casi. El concepto de trauma intergeneracional fue reconocido por primera vez alrededor de 1966, cuando los psicólogos comenzaron a estudiar a los hijos y nietos de sobrevivientes al Holocausto. Un estudio de 1988 descubrió que los nietos de los sobrevivientes del Holocausto recorrían mayormente, alrededor de un 300%, a la atención psiquiátrica. Los investigadores teorizaron que los efectos del trauma se pueden transmitir de una generación a otra.

Este fenómeno también se conoce como ‘trauma transgeneracional’, y cuando se refiere a una experiencia compartida por un grupo de personas, como negros o refugiados, se le puede llamar ‘trauma histórico’.

Reportamos las palabras de la Dra Mariel Buquè, traumatóloga, para explicar cómo funciona el trauma intergeneracional y qué se puede hacer para tratarlo.

 

¿De qué forma el estrés traumático basado en la raza puede causar un trauma intergeneracional?

Las vidas de los negros han estado en peligro desde que pusieron un pie en los Estados Unidos e incluso más lejos. Es un fenómeno mundial y una epidemia que hemos estado viviendo durante cientos y cientos de años,” dice Buquè.

Además de los posibles cambios genéticos que pueden haber heredado de padres y abuelos traumatizados, los afroamericanos también lidian con traumas psicológicos y sociales que se han transmitido de generación en generación.

Las personas negras, ya muy temprano, entran en contacto con muchos mensajes que les hacen creer que el mundo es un lugar amenazador”. “Cuando eres un niño y todavía estás tratando de entender cuál es tu lugar en el mundo, estar abrumado por estos mensajes, que son una forma de protección en algunos casos, es muy traumático“, señala Buquè.

Esto encaja en lo que los profesionales de la salud mental llaman “el modelo biopsicosocial” que se ocupa de estudiar las conexiones que hay entre los factores biológicos, psicológicos y socioambientales.

Este tipo de estrés traumático basado en la raza aún no ha sido reconocido como un calificador diagnóstico en el mundo psiquiátrico, aunque en los últimos 10 años numerosos estudios están demostrando su existencia, señala Buquè. “No hay nadie que nos diga que tenemos que considerar las experiencias de los negros, ni cómo estas producen un tipo muy específico de trastorno de estrés traumático basado en la raza que tiene marcadores de TEPT, como la hipervigilancia, la hiperarousal, los pensamientos intrusivos y los trastornos del sueño.

 

¿Cómo recuperarse de un trauma intergeneracional?

El primer paso para recuperarse de este tipo de trauma es identificar los factores desencadenantes y los síntomas. Debido a la naturaleza de los traumas históricos, con mucha probabilidad, estos son diferentes para cada persona.

Buquè hace un ejemplo. Durante una reunión, una persona de color puede esforzarse mucho para comunicar un mensaje de integración. Sale de la reunión y prueba un sentido de agobio. Ha perdido el apetito. No prueba depresión, pero es posible que no pueda relacionar el trabajo emocional que acaba de hacer con sus síntomas.

Es muy importante para nosotros reconocer los desencadenantes y los marcadores psicológicos“, dice Buquè. Recomienda enfoques de mindfulness, que ayudan a que las personas sean más conscientes de dónde se encuentra el trauma en su cuerpo. Este tipo de trabajo se puede hacer con un profesional de la salud mental. Y añade: “Entender cómo se manifiesta el trauma para ellos puede ser muy importante y puede marcar el principio de un viaje de recuperación para romper el ciclo del trauma para las generaciones futuras”.

 

Artículo adaptado y traducido libremente. Fuente: Nature.com e Refinery29.com
Intergenerational trauma is associated with expression alterations in glucocorticoid- and immune-related genes” di Nikolaos P. Daskalakis, Changxin Xu, Heather N. Bader, Chris Chatzinakos, Peter Weber, Iouri Makotkine, Amy Lehrner, Linda M. Bierer, Elisabeth B. Binder & Rachel Yehuda, su Neuropsychopharmacology (2020)

Terapia centrada en la compasión para tratar la vergüenza y la autocrítica debidas a un trauma complejo

Terapia centrada en la compasión para tratar la vergüenza y la autocrítica debidas a un trauma complejo

El trastorno de estrés postraumático (TEPT – PTSD) es una experiencia común y debilitante, con una prevalencia a lo largo de la vida de más del 8,3% (Kilpatrick et al., 2013). Entre los síntomas comunes está la tendencia a revivir el evento traumático (por ejemplo, a través de flashbacks o pesadillas), evitar estímulos relacionados con el trauma, experimentar recuerdos intrusivos del evento y condiciones de hiperarousal. Se han desarrollado una variedad de tratamientos psicológicos eficaces para trabajar con el TEPT, incluso la terapia cognitiva conductual (TCC) y el enfoque terapéutico de Desensibilización y Reprocesamiento a través de movimientos oculares (conocida con la sigla inglesa EMDR).

A menudo, los programas diagnósticos y terapéuticos se han focalizado mayormente en el efecto del miedo y, aunque otras emociones y factores psicológicos se consideran igual de importantes, muy pocas veces se consideran el enfoque principal de la terapia. Sin embargo, en los últimos años, muchos investigadores y médicos han afirmado que otras emociones deberían estar al centro del tratamiento de los traumas y de su conceptualización. La investigación parece apoyar este punto. Por ejemplo, Holmes, Gray y Young (2005) descubrieron que el miedo era la principal emoción que aparecía cuando el paciente solía revivir experiencias traumáticas, junto con otras emociones como la ira, la tristeza y la vergüenza.

 

La vergüenza en el trauma

La vergüenza es una poderosa emoción “autoconsciente” que tiene muchas facetas. Suele manifestarse a través del impulso de ocultar, mentir y encubrir y, a menudo, se relaciona con una sensación de impotencia, inferioridad y con un sentido de falta de atención social (Tangney, Miller, Flicker y Barlow, 1996). Generalmente, se mezcla con otras emociones primarias (por ejemplo, ansiedad o ira; Gilbert, 1998) y está extremadamente relacionada con síntomas psicopatológicos (por ejemplo, Kim, Thibodeau y Jorgensen, 2011). Varios estudios han revelado que las emociones, como la vergüenza, pueden ser importantes para entender el TEPT (Harman y Lee, 2010). Andrews, Brewin, Rose y Kirk (2000) descubrieron que los síntomas del trastorno de estrés postraumático en las víctimas de delitos violentos estaban asociados con la vergüenza, tanto un mes como seis meses después del evento traumático.

La investigación descubrió que las personas que manifiestan síntomas de TEPT también experimentan altos niveles de vergüenza (Holmes et al, 2005; Gray, Holmes & Brewin, 2001). En cambio, Dorahy et al. (2013) descubrieron que, estudiando un grupo de veteranos anteriormente involucrados en zonas de conflicto, los crecientes niveles de vergüenza y autocrítica predecían traumas complejos. Un modelo importante sobre la vergüenza sugiere que la vergüenza interior, es decir el sentido de inferioridad, imperfección e ineptitud que uno siente, está muy relacionado con la autocrítica (Gilbert, 1998).

Harman y Lee (2010) descubrieron que, en las presentaciones de los traumas, la vergüenza se asocia a la autocrítica también. Se ha planteado la hipótesis según la cual tener una percepción negativa de uno mismo, no solo puede mantener niveles de vergüenza, sino también llevar dificultades comúnmente asociadas al trauma (Boyer, Wallis & Lee, 2014). Además, altos niveles de vergüenza se han asociado a las dificultades de uno al hablarse de una manera reconfortante y amable.

Básicamente, la investigación descubrió que emociones como la vergüenza podrían no responder a los enfoques de tratamiento basados en la exposición como respondería la ansiedad; de hecho, trabajar de esta manera con los pacientes traumatizados, en realidad, podría resultar en un aumento del riesgo de falta de participación a las sesiones e incluso altas tasas de abandono de la terapia (por ejemplo, Adshead, 2000). Dados algunos de estos resultados y nuestra comprensión de la vergüenza, es posible que incluso los enfoques que trabajan directamente con la vergüenza en un contexto traumático puedan tener algo que ofrecer.

 

Terapia centrada en la compasión  (mejor conocida con la sigla inglesa CFT)

Paul Gilbert desarrolló la Terapia centrada en la compasión (CFT) para trabajar con personas con problemas de salud mental complejos y crónicos, muchos de los cuales han tenido que lidiar con altos niveles de vergüenza y autocrítica. Muchos de estos pacientes procedían de entornos caracterizados por relaciones muy difíciles de apego y habían tenido experiencias hostiles con uno o más cuidadores, que se revelaron críticos y ofensivos. Aunque muchos entre ellos pudieron obtener una perspectiva más equilibrada de sus pensamientos a través de intervenciones estándar de TCC, de todos modos, tuvieron muchas dificultades para sentirse mejor: “Ahora sé que no tengo la culpa del abuso que he sufrido, pero aún siento que hay algo malo y equivocado en mí.” Este fenómeno, a veces denominado “retraso cabeza-corazón” o disociación emocional racional (Stott, 2007), es común en la terapia, pero puede afectar la eficacia de la psicoterapia.

De manera similar, Gilbert vio que esta era la situación de muchos de sus pacientes, algunos de los cuales describieron participar a sesiones de terapia estándar (por ejemplo, para tratar con trastornos de las “formas” de pensamiento) con tonos internos de voz que estaban relacionados a ira, hostilidad y disgusto. Así que intentó ayudar a los pacientes a calentar su tono de voz interior, pero a muchos les ha resultado difícil hacerlo. De hecho, algunos incluso sintieron que era una experiencia adversa. Así surgió la CFT, con el intento de entender cuál es la razón del bloqueo de ciertos tipos de apego positivo caracterizado por el cuidado, la amabilidad y el valor, y comenzó simplemente a ayudar a los pacientes a practicar usando un tono de voz cálido y cariñoso.

La CFT ahora cuenta con una variedad de prácticas diseñadas para desarrollar la compasión (ver Gilbert, 2014, para más información) hacia las dificultades propias de los pacientes con un sentido de fuerza, sabiduría y coraje, cambiando esos tonos críticos interiores.

 

Condiciones básicas de la CFT

 

Tenemos cerebros complicados.

La CFT se basa sobre la psicología evolutiva, que enfatiza la importancia de entender nuestro cerebro y nuestras emociones en el contexto de cómo han sido moldeadas por los procesos evolutivos a lo largo de millones de años (Gilbert, 2014). Los terapeutas de CFT comparten con nuestros pacientes una heurística que afirma que nuestro cerebro aún tiene unas partes muy antiguas (en términos evolutivos), llamadas “cerebro antiguo”, que compartimos con otros animales. Nuestros cerebros viejos incluyen: patrones básicos que todavía nos sirven para buscar oportunidades alimentarias y reproductivas, para cuidar de nuestros hijos y estar orientados al estatus social; emociones (por ejemplo, ira, ansiedad y disgusto) y comportamientos básicos (por ejemplo, lucha, fuga, congelación y sumisión).

Sin embargo, en los últimos millones de años, nuestros antepasados han evolucionado hacia llegar al desarrollo de nuevas habilidades cognitivas complejas (relacionadas con la región de la corteza frontal del cerebro), entre las cuales contamos la capacidad de imaginar, planificar, reflexionar, mentalizar y auto controlarse.

Estas habilidades están en el centro de nuestra creatividad e inteligencia, y probablemente, han sido esenciales para nuestra supervivencia y prosperidad en el mundo, lo que nos permite lidiar con problemas complejos y formar grandes grupos sociales (Gilbert, 2014). Sin embargo, estas mismas habilidades también pueden causarnos problemas. Por ejemplo, si una cebra es perseguida por un león y luego se huye, pronto comenzará a calmarse. En cambio, si escapamos de un león que nos persigue, es poco probable que nos calmemos rápidamente; más bien, en condiciones de alta actividad emocional del cerebro antiguo (por ejemplo, ansiedad), nuestros nuevos cerebros se moldean y se modifican. Probablemente, nos preocuparíamos por lo que podría haber pasado, si el león nos hubiera sorprendido o si reapareciera más tarde.

A su vez, estos nuevos patrones cerebrales de pensamiento e imaginación envían señales a nuestro viejo cerebro, manteniendo activa la señal de amenaza. Por consiguiente, no por nuestra culpa, podemos caer fácilmente en “bucles mentales” que pueden ser la causa de gran parte de nuestra incomodidad. Esto es importante para comprender algunas de las experiencias traumáticas, y en particular, la vergüenza y la autocrítica en los traumas. Para muchas personas que experimentan un trauma, eso puede ser la razón que conduce a la angustia: “Es mi culpa si esto ha sucedido, yo tengo la culpa”; ” Si hubiera gritado o luchado, no habría pasado ” y “Ya no debería seguir luchando con esto. Sucedió hace años y ya debería ser suficientemente fuerte para superarlo.” Así que podemos ver que los humanos tienen una habilidad única para reflexionar y sacar conclusiones sobre eventos traumáticos que siguen presentando una situación de amenaza.

 

Modelo con tres sistemas de emociones.

Basado en una variedad de teorías y descubrimientos científicos (Depue & Morrone-Strupinsky, 2005; LeDoux, 1998; Panksepp, 1998), la CFT sugiere que hay tres sistemas principales de regulación emocional.

 

El sistema de amenazas ha evolucionado para detectar amenazas en el mundo y ayudarnos a responder de forma correcta. Se asocia con algunos comportamientos (por ejemplo, escapar, luchar, congelarse y sumeterse) y emociones de protección (como la ira, la ansiedad y el disgusto). Este sistema a menudo puede ser dominante y dirige la atención al tipo de la amenaza y crea pensamientos de este tipo: “más vale prevenir que lamentar” (por ejemplo, Hipergeneralización, catastrofización o “el peor de los casos”) que facilitan respuestas rápidas basadas en amenazas. Es altamente influenciable y juega un papel importante en la comprensión del desarrollo y persistencia del trauma, de la vergüenza y de la autocrítica.

 

El sistema del impulso ha evolucionado para dirigir la atención hacia la búsqueda y el logro de recursos necesarios (por ejemplo, alimentos, vivienda, oportunidades sexuales). Cuando logramos alcanzarlos, este sistema puede dejarnos experimentar emociones y sentimientos positivos como excitación, alegría y exaltación. Aunque es una fuente importante de emociones e impulsos positivos, este sistema puede quedarse conectado al sistema de amenaza en experiencias de trauma y vergüenza. Este tipo de “impulso basado en las amenazas”, a menudo, implica intentos de escapar de los sentimientos causados por dicha amenaza (por ejemplo, flashbacks, sensación de inferioridad o inutilidad), tratando de luchar y superarlos o a través de comportamientos adictivos (por ejemplo, consumiendo drogas o alcohol).

 

El sistema de afiliación lenitivo. Cuando no se sienten amenazados o están persiguiendo cosas, los animales deben tener la posibilidad de calmarse, descansar y recuperarse, experimentando períodos de calma y tranquilidad. Esto se conoce como el sistema de “descanso y digestión” y está relacionado con una serie de respuestas fisiológicas (por ejemplo, el sistema nervioso parasimpático) que ayudan a calmar y ralentizar el cuerpo. Con el tiempo, este sistema se ha adaptado a los mamíferos y ahora está relacionado con las experiencias de apego, cuidado y vinculación emocional y, por lo tanto, puede desencadenar un impulso como de “cuidar y hacerse amigos”. La fisiología detrás de este sistema parece jugar un papel importante en la regulación del sistema de amenazas. Ahora hay un gran corpus de publicaciones que enfatizan el fuerte impacto que el cuidado tiene en nuestra fisiología, nuestras emociones y nuestro bienestar mental (por ejemplo, Carter, 1998; Slavich y Cole, 2013). Desafortunadamente, para muchas personas que han sufrido traumas y experiencias traumáticas relacionadas con la vergüenza, este sistema, a menudo, está ausente, bloqueado o activo negativamente. En particular, los traumas complejos debidos a causas interpersonales (por ejemplo, abuso físico o sexual), a menudo, pueden llevar a dificultades en demostrar cuidado, amabilidad y apoyo, cuando surjan situaciones que lo necesitan, hacia otras personas.

La CFT utiliza un enfoque basado sobre la eliminación del sentido de culpabilidad para ayudar a los pacientes a apreciar que cambiamos para adaptarnos al entorno social y, como pueden formarse nuevos circuitos entre nuestros cerebros antiguos y nuevos, nuestros sistemas emocionales evolucionan según nuestras experiencias de vida. Ayudar a los pacientes que luchan con experiencias traumáticas y vergüenza a entender cuál es el origen y la causa de sus problemas, puede ser un paso importante para traer compasión y comprensión hacia sus propias experiencias.

Sin embargo, el modelo del sistema de tres emociones proporciona también la base para un cambio. En particular, el modelo ayuda a los pacientes a manejar sus sistemas de amenazas de maneras útiles, aprendiendo a resolver el problema y a usar el sistema del impulso para actuar y controlar las dificultades y el sentido de angustia. Buena parte de esto supone un proceso de “eliminación de la vergüenza”: tenemos que reconocer que no elegimos voluntariamente de tener muchas de las dificultades que tuvimos en la vida y que no pudimos controlarlas. Asumirse la responsabilidad de cómo aprendemos nuevas formas de manejar nuestra incomodidad es crucial para desarrollar la compasión por nosotros mismos.

 

¿Qué es la compasión?

La CFT intenta facilitar este cambio a través del desarrollo de una “mente compasiva”.  Este enfoque utiliza una definición estándar de compasión, es decir “una sensibilidad hacia el sufrimiento de uno mismo y de los demás, con el intento de tratar de aliviarlo o prevenirlo”. Hay dos psicologías principales a la base de esta definición. La primera se refiere al desarrollo de la capacidad de identificar, aceptar y enfrentarse con el sufrimiento (en lugar de evitarlo o disociarse de él). Reconocemos que enfrentarse con la angustia y el sufrimiento es difícil: esta primera forma de psicología de la compasión requiere mucha fuerza y mucho coraje para hacerlo. La segunda psicología de la compasión se basa sobre el desarrollo de la sabiduría y el compromiso para encontrar formas de aliviar y prevenir el sufrimiento. Esto requiere práctica en el desarrollo de habilidades y técnicas que nos pueden ayudar a manejar el sufrimiento y avanzar en alcanzo de nuestro bienestar.

La CFT es un modelo multimodal y utiliza una variedad de entrenamiento de habilidades, incluyendo aquellas relacionadas con la atención, el razonamiento, la práctica a través del uso de imágenes, las intervenciones conductuales, y así sucesivamente. El terapeuta de que ejerce la CFT intentará ayudar a sus pacientes a cultivar una “mente compasiva”, tonificando varias cualidades mentales. La CFT considera la relación terapéutica como un mecanismo clave para el cambio, y comparte técnicas con otros enfoques como el uso de preguntas socráticas, descubrimiento guiado, encadenamiento de inferencias, exposición, experimentos comportamentales y el uso de imágenes y técnicas de respiración.

 

Terapia centrada en la compasión (CFT): trabajar con la vergüenza y la autocrítica en el trauma

Como enfoque multimodal, la CFT se apoya a una variedad de intervenciones para ayudar a los pacientes a aprender a manejar sus propias dificultades y cultivar un enfoque más compasivo hacia sí mismos. Algunas de estas incluyen:

Atención y conciencia.

Como muchos otros enfoques, los pacientes reciben apoyo en el desarrollo de sus habilidades de atención y conciencia para identificar “bloqueos mentales” y maneras poco eficaces (pero comprensibles) de manejar sus síntomas y su angustia. El desarrollo de habilidades de mindfulness ayuda a alcanzar un sentido de conciencia de la experiencia del momento presente y a facilitar la regulación de las emociones.

Respiración y postura.

La CFT utiliza la emergente “ciencia de la respiración” que sugiere que ciertos tipos de ritmo respiratorio (por ejemplo, regular, rítmico y más lento) están asociados a la estimulación del sistema nervioso parasimpático (Sovic, 2000). Estos pueden ayudar a regular el sistema de amenaza; las respiraciones más profundas (abdominal) están relacionadas con la regulación del sistema de amenaza, lo que en consecuencia disminuye la tendencia a tener pensamientos orientados hacia la amenaza. También ayudamos a los pacientes a trabajar sobre el uso de la postura corporal, la expresión facial y los tonos de voz para desarrollar estas formas potencialmente poderosas de estimular respuestas fisiológicas útiles para el cuerpo, que también ayudan a regular el sistema de amenazas.

Desarrollar el ser compasivo.

La CFT ayuda a los pacientes a desarrollar una parte compasiva de sí mismos, que se traduce en cualidades como sabiduría, fuerza y compromiso. Esto implica varias actividades de entrenamiento, incluso esas relacionadas con la memoria, con la respuesta a imágenes y la actuación (por ejemplo, Gilbert, 2014). Una vez desarrolladas, se animan los pacientes a usar esta nueva parte de ellos para relacionarse con sus recuerdos del trauma, su sentido de vergüenza y la autocrítica. Aunque la autocompasión está al centro de la cuestión, nos interesa también que los pacientes se sientan capaces de relacionarse con los demás de manera cariñosa y compasiva y que también estén abiertos al cuidado, la bondad y la compasión de los demás. Generalmente, a esos les llamamos las tres corrientes de compasión.

Dependiendo de la naturaleza de las dificultades que surjan, los terapeutas también ayudarán a los pacientes a utilizar una variedad de intervenciones terapéuticas que pueden ser útiles a la hora de lidiar con el trauma, incluso esas relacionadas específicamente con el trauma mismo (es decir, la ‘reescritura de recuerdos’ y la exposición) y a la hora de trabajar con la autocrítica y la vergüenza (por ejemplo, sentarse y escribir cartas, analizar proactivamente los pensamientos).

En este sentido, la CFT utiliza un enfoque integrador, que se basa sobre intervenciones utilizadas en otras terapias, pero las propone a través de las cualidades del “yo compasivo”. Un aspecto significativo de la CFT en general, y ciertamente en el trabajo con el trauma en particular, es trabajar con los miedos recurrentes, con los bloqueos y las resistencias a la compasión que muchas personas experimentan (Gilbert, 2014). En un estudio cualitativo, Lawrence y Lee (2014) vieron que los pacientes que habían sufrido experiencias traumáticas inicialmente respondían negativamente y hasta eran asustados cuando intentaban ser más compasivos con ellos mismos. Sin embargo, con el tiempo y con el apoyo de la terapia, fueron capaces de experimentar sentimientos más positivos asociados a la autocompasión y de tener una visión más positiva de su futuro.

 

Evidencia científica

La CFT es un enfoque psicoterapéutico relativamente “joven” y la base de evidencias para su uso para múltiples problemas está creciendo (Leaviss & Uttley, 2014), con nuevos enfoques y modelos particulares para trabajar específicamente con el TEPT y otros traumas (por ejemplo, Lee, 2009; 2012). Sin embargo, hay una serie de estudios que han examinado el resultado de la CFT aplicada al tratamiento de traumas en grupos. Por ejemplo, Beaumont, Galpin y Jenkins (2012) descubrieron que los pacientes con trauma que siguen la TCC o los que reciben el tratamiento combinado de habilidades TCC y EMC (entrenamiento en la mente compasiva), ambos han registrado reducciones significativas, (y de intensidad similar), en los síntomas de ansiedad, depresión, comportamientos de evasión, pensamientos intrusivos y síntomas debidos a hiperarousal después de la terapia. Aun así, en los que participaban al tratamiento combinado de TCC y EMC se registraron niveles de autocompasión significativamente más altos que en los que acababan de recibir únicamente el tratamiento de TCC. Se han llevado a cabo también numerosos estudios que indican la potencial utilidad de la compasión en el trauma. Por ejemplo, Kearney et al. (2013) encontraron una reducción en los síntomas de TEPT en veteranos que experimentaron síntomas después de un curso de meditación de bondad amorosa de 12 semanas y Neff (2003) encontró que la autocompasión estaba asociada a niveles más bajos de gravedad de TEPT. En 115 veteranos de guerra, Hiraoka et al. (2015) descubrieron que los niveles más bajos de autocompasión habían predicho síntomas basales de TEPT y síntomas de TEPT durante de 12 meses.

El don de la terapia, por Irvin Yalom

Irvin Yalom
Autore: Irvin Yalom
Irvin Yalom, MD. El escritor y psiquiatra Dr. Yalom ha sido una figura destacada en psicoterapia desde la publicación en 1970 de su primer ensayo "La teoría y práctica de la psicoterapia de grupo".... Leggi la Bio
El don de la terapia, por Irvin Yalom

En este artículo, extracto del libro “El don de la terapia“, Irvin Yalom proporciona información sobre el papel del terapeuta en la eliminación de obstáculos en la terapia y en su condición de “compañero de viaje”.

Eliminación de los obstáculos para alcanzar el desarrollo

Cuando aún era un joven estudiante de psicoterapia y estaba buscando mi camino, el libro más útil que leí fue Neurosis and Human Growth, por Karen Horney. El único concepto más útil en ese libro era la idea según la que el ser humano tiene una propensión intrínseca a la autorrealización. Si se eliminan los obstáculos, creía Horney, el individuo se convertirá en un adulto maduro y plenamente realizado, tal como una bellota se convertirá en un roble.

Tal como una bellota se convierte en un roble“. ¡Qué imagen maravillosamente liberadora e iluminante! Cambió para siempre mi enfoque a la psicoterapia, ofreciéndome una nueva visión de mi trabajo: mi deber consistía en eliminar los obstáculos que bloqueaban el camino de mi paciente. No tenía que hacer todo el trabajo. No tenía que inspirar en el paciente el deseo de crecer, la curiosidad, la voluntad, la alegría de vivir, el cuidado, la lealtad o cualquiera de las innumerables características que nos hacen plenamente humanos. No, lo que tenía que hacer era identificar y eliminar los obstáculos. El resto habría surgido automáticamente, gracias a las fuerzas de autorrealización intrínsecas del paciente.

 El caso de la joven viuda

Me acuerdo de una joven viuda con, como ella dijo, un “corazón fallido“, una incapacidad para amar de nuevo. La incapacidad de amar era frustrante. No sabía cómo ayudarla. Pero sí sabía que podía dedicarme a identificar y erradicar sus muchos bloqueos hacia el amor. Eso sí.

Aprendí desde el principio que el amor hacia otra persona le parecía una traición. Amar a otro significaba traicionar a su marido fallecido: le parecía como si lo estuviera rematando.  Amar a otro tan profundamente como amó a su esposo, (y no se conformaría con nada menos), significaba que su amor por su esposo había sido de alguna manera insuficiente o imperfecto. Dar su amor a otro habría sido autodestructivo porque la pérdida, y el dolor que esa conlleva, eran inevitables. Amar de nuevo significaba ser irresponsable: habría sido una maldad, una maldición, y su beso habría sido el beso de la muerte.

Trabajamos mucho durante meses para identificar todos estos obstáculos al abrirse al amor por otro hombre. Durante meses luchamos con cada obstáculo irracional. Pero una vez hecho esto, los procesos internos de la paciente tomaron la delantera: conoció a un hombre, se enamoró, se volvió a casar. No fue necesario que le enseñara a buscar, a dar, a amar. Tampoco habría sabido cómo hacerlo.

 

Evitar los diagnósticos

Los estudiantes de psicoterapia de hoy están expuestos a demasiado énfasis sobre los diagnósticos. Se pretende que los terapeutas lleguen rápidamente a un diagnóstico preciso y que luego pongan en acto un curso de terapia breve y específico que coincida con ese diagnóstico específico. Suena bien. Parece lógico y eficiente. Pero tiene muy poco que ver con la realidad. En cambio, representa un intento ilusorio de legislar sobre la precisión científica, para convertirla en algo que no es ni posible ni deseable.

Aunque el diagnóstico es incuestionablemente crítico en las consideraciones sobre el tratamiento de muchas condiciones graves con un sustrato biológico, (por ejemplo, esquizofrenia, trastornos bipolares, trastornos afectivos mayores, epilepsia del por toxinas, causas degenerativas o agentes infecciosos), el diagnóstico es a menudo contraproducente en la psicoterapia cotidiana de pacientes con discapacidades menos graves.

¿Por qué? Primero, la psicoterapia consiste en un proceso de desarrollo gradual en el que el terapeuta trata de conocer al paciente lo más posible. Un diagnóstico limita la visión, disminuye la capacidad de relacionarse con el paciente como persona. Una vez que se hace una diagnosis, tendemos a ignorar selectivamente los aspectos del paciente que no entran dentro de esa diagnosis específica, y, por consiguiente, prestamos excesiva atención a las características sutiles que parecen confirmar el diagnóstico inicial.

Además, una diagnosis puede actuar como una profecía que se hace realidad. Referirse a un paciente como “límite” o “histérico” puede estimular y perpetuar precisamente la manifestación de estos rasgos. De hecho, hay una larga historia de influencia yatrogénica en la forma de las entidades clínicas, incluso la controversia actual sobre el trastorno disociativo de identidad y los recuerdos reprimidos de abuso sexual. Tengan en cuenta también la poca fiabilidad de la categoría de trastornos de la personalidad del DSM (los mismos pacientes a menudo participan en psicoterapia a largo plazo).

 Terapia y diagnóstico

¿Y qué terapeuta no se impresionó por lo más fácil que es hacer un diagnóstico, consultando del DSM-5, después de la primera entrevista, con respecto a, digamos, la décima sesión, cuando se sabe mucho más sobre el paciente? ¿No les parece raro? Un colega mío expone este punto a casa a sus médicos residentes de psiquiatría preguntándoles: “Si ustedes estuvieran en psicoterapia personal o lo estuvieran considerando, ¿qué diagnóstico del DSM-5 creen que su terapeuta podría utilizar legítimamente para describir a alguien tan complicado como ustedes?”(C. P. Rosenbaum, comunicación personal, noviembre 2000).

En el mundo terapéutico, hay una línea muy fina entre una cierta, pero no demasiada, objetividad. Si tomamos demasiado en serio el DSM, si realmente creemos que realmente estamos esculpiendo las articulaciones de la naturaleza, entonces podríamos amenazar la característica humana, espontánea, creativa e incierta de la aventura de la terapia. Acuérdense que los médicos que antes se ocupaban de la formulación de sistemas de diagnóstico, ahora descartados, eran competentes, orgullosos y tan seguros como los miembros actuales de los comités del DSM.

 Euforia y oscuridad de la vida

Andrè Malraux, el novelista francés, en una entre sus novelas contó la historia de de un sacerdote de campo que al que todos se confesaban, durante muchas décadas y resumió de esta manera lo que había aprendido sobre la naturaleza humana: “En primer lugar, la gente es mucho más infeliz de lo que crees… y no hay ningún ‘adulto’ “. Todos, incluso terapeutas y pacientes, están destinados a experimentar no solo la euforia de la vida, sino también su inevitable oscuridad: desilusión, envejecimiento, enfermedad, aislamiento, pérdida, falta de sentido, decisiones dolorosas y muerte.

Nadie puso las cosas más nítidas y sombrías a la vez, que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer:

En nuestra juventud temprana, mientras contemplamos nuestra vida futura, somos como niños en un teatro, antes de que se levante el telón, allí sentados, felices y esperando ansiosamente que comience el espectáculo. Es una bendición que no sepamos lo que realmente sucederá. Si pudiéramos preverlo, habría momentos en que los niños parecerían presos condenados, sentenciados no a muerte, sino a vida, y aún completamente inconscientes del significado de su sentencia.

O de nuevo:

Somos como corderos en el campo que tienen miedo frente al carnicero, que elige uno tras otro quién será la presa. Así somos en nuestros días buenos: desconocemos el mal que el Destino puede tener reservado para nosotros: la enfermedad, la pobreza, la mutilación, la pérdida de la vista o la razón.

 

La vida entre la felicidad y la desesperación

Aunque el punto de vista de Schopenhauer está fuertemente influenciado por su infelicidad personal, es difícil negar la desesperación innata en la vida de cada individuo autoconsciente.

Mi esposa y yo a veces nos divertíamos a organizar cenas imaginarias para grupos de personas que comparten propensiones similares, por ejemplo, una fiesta para los monopolistas o los narcisistas extravagantes o los agresivos pasivos astutos que hemos conocido o, en cambio, una fiesta “feliz” a la que invitamos solo a las personas verdaderamente felices que hemos conocido. Aunque no tuvimos problemas para llenar todo tipo de otras mesas extravagantes, nunca fuimos capaces de crear una mesa completa para nuestra fiesta de “personas felices”. Cada vez que identificamos a alguna persona con un carácter más bien alegre y la ponemos en una lista de espera mientras seguimos buscando para completar la mesa, descubrimos que uno u otro de nuestros invitados felices se ve afectado por algunas grandes dificultades de la vida, a menudo una enfermedad grave o la de un hijo o cónyuge.

 

Terapeuta y paciente como “compañeros de viaje” en la terapia

Esta visión trágica pero realista de la vida ha afectado, durante mucho tiempo, mi relación con los que buscan mi ayuda. Existen muchos términos para describir esta relación que se crea durante la terapia:

  • paciente-terapeuta;
  • cliente-asesor;
  • analizado-analista;
  • cliente-facilitador;
  • usuario-proveedor (en mi opinión, el más repugnante).

Sin embargo, ninguna de estas frases transmite con exactitud el sentido que tiene para mí la relación terapéutica. Prefiero pensar en mí y en mis pacientes como compañeros de ese viaje que es la terapia. Este término suprime la distinción entre “ellos” (los afligidos) y “nosotros” (los sanadores).

Durante mi formación, a menudo fui expuesto a la idea del terapeuta completamente analizado. Sin embargo, con el paso del tiempo he avanzado en la vida, he establecido relaciones íntimas con muchos de mis colegas terapeutas, encontré las eminencias más importantes del campo, me llamaron para ayudar a mis antiguos terapeutas y profesores y yo mismo me he convertido en un docente y un anciano. He llegado a comprender la naturaleza mítica de esta idea. Todos estamos juntos en esto y no hay ni terapeuta, ni otra persona que sea inmune a las tragedias intrínsecas de la existencia.

 

La historia de los dos curanderos

Una de mis historias favoritas de curación, que se encuentra en el El juego de los abalorios de Hermann Hesse, es la de Josef y Dion, dos renombrados curanderos, vividos en tiempos bíblicos. Aunque ambos fueron muy efectivos, trabajaban de maneras diferentes. El curandero más joven, Josef, curaba escuchando silenciosa e inspiradamente. Los peregrinos confiaban en Josef. El sufrimiento y la ansiedad que se vertían en los oídos desaparecían como agua en la arena del desierto y los penitentes se iban vaciados y calmados. Por otra parte, Dion, el curandero anciano, se confrontaba activamente con los que buscaban su ayuda. Identificaba sus pecados sin confesar. Era un gran juez, un castigador. Los reprochaba y enderezaba, y curaba mediante una intervención activa. Trataba a los penitentes como niños, daba consejos, castigaba dando penitencias, mandaba peregrinaciones y bodas y obligaba a los enemigos a hacer las paces.

Los dos curanderos nunca se encontraron y trabajaron como rivales durante muchos años, hasta que Josef enfermó espiritualmente, cayó en una oscura desesperación y se le agolparon ideas de autodestrucción. Incapaz de curarse con sus propios métodos terapéuticos, empezó un viaje hacia el Sur para pedir ayuda a Dion.

 

El encuentro de los dos curanderos

Durante su peregrinación, una noche Josef descansó en un oasis, donde mantuvo una conversación con un viajero anciano. Cuando Josef describió el propósito y el destino de su peregrinación, el viajero se ofreció como guía para ayudarlo en la búsqueda de Dion. Más tarde, en medio de su largo viaje juntos, el anciano viajero reveló a Josef su identidad. Mirabile dictu: era el mismísimo Dion, el hombre que Josef buscaba.

Sin dudarlo Dion invitó a su rival más joven y desesperado a su casa, donde vivieron y trabajaron juntos durante muchos años. Dion pidió a Josef que fuera su servidor. Posteriormente lo elevó a estudiante y, finalmente, a colega de pleno derecho. Años después, Dion cayó enfermo y en su lecho de muerte llamó a su joven colega para que escuchara una confesión. Habló de la terrible enfermedad de la que cayó enfermo Josef y de su viaje hacia él para pedir ayuda. Habló de cómo Josef había sentido que era un milagro que su compañero de viaje y guía hubiese resultado ser el propio Dion.

 

Ahora que estaba muriendo, que era su tiempo, Dion dijo a Josef que rompiera el silencio sobre ese milagro. Dion confesó que en ese momento a él también le había parecido un milagro, porque él también había caído en la desesperación. Él también se sentía vacío y espiritualmente muerto e, incapaz de ayudarse a sí mismo, había empezado su viaje en busca de ayuda. La misma noche en la que se habían encontrado en el oasis, estaba en peregrinación para buscar un famoso curandero llamado Josef.

 

 

Josef, Dion y la terapia

El relato de Hesse me ha conmovido siempre de forma preternatural. Me sorprende porque es una afirmación profundamente iluminadora sobre el prestar y recibir ayuda, la honestidad y la duplicidad y la relación entre curandero y paciente. Los dos hombres recibieron una poderosa ayuda pero de formas muy distintas. El curandero más joven fue alimentado, cuidado, educado, por un mentor y progenitor. En cambio, el curandero más anciano fue ayudado sirviendo a otro, obteniendo un discípulo del que recibió amor de un hijo, respeto y un medicamento para su aislamiento.

Pero ahora, volviendo pensando en la historia, me pregunto si estos dos curanderos heridos no podrían haber sido mutuamente aún más útiles. Quizás se hayan dejado escapar la oportunidad de algo más profundo, más auténtico, significativamente cambiante. Tal vez la verdadera terapia se produjo en la escena del lecho de muerte, cuando fueron honestos el uno con el otro, con la revelación de que ambos eran compañeros de viaje, simplemente humanos, los dos demasiado humanos. Los 20 años de secreto, por útiles que fueran, pueden haber obstruido e impedido una ayuda más profunda, una terapia completa. ¿Qué habría podido pasar si Dion hubiese hecho su la confesión veinte años antes, si el curandero y el buscador se hubieran unido para enfrentarse a las preguntas que no tienen respuesta?

Todo esto se hace eco de las cartas de Rilke a un joven poeta en las que aconseja: «Tengan paciencia con todo lo que no ha sido resuelto y traten de amar las mismas preguntas». Añadiría: «Traten de amar también a quien formula las preguntas».

Artículo libremente traducido y adaptado. Fuente: Psychotherapy.net