Terapia Dialéctica Conductual (DBT), Desregulación Emocional y Adolescentes

En este estudio se presentan dos casos de intervención de Terapia Dialéctica Conductual DBT en pacientes adolescentes con desregulación emocional

La desregulación emocional se refiere a la incapacidad de controlar y modular el propio estado emocional y puede estar asociada a los trastornos mentales.

Se ha teorizado que el desarrollo de un apego seguro a otras personas significativas en la primera infancia es esencial para el desarrollo de la regulación emocional. Por lo tanto, el deterioro de la formación de una representación interior segura puede perjudicar sustancialmente la adquisición de habilidades de regulación emocional en la infancia y conducir a una mala adaptación social más adelante en la vida.

Lo que aquí se presenta es un estudio pre-post de dos casos de adolescentes que presentaban conductas autolesivas y un diagnóstico provisional de trastorno de la personalidad. Sin embargo, una evaluación posterior más exhaustiva reveló una desregulación emocional. La terapia dialéctica conductual (TDC), recomendada para la población no clínica, se propuso en 12-16 sesiones. Esto reportó resultados positivos, mantenidos durante los siguientes 12-24 meses, mejorando la efectividad interpersonal de ambos pacientes.

El papel de la TDC como intervención primaria en la desregulación emocional es bien conocido, ya que refuerza el equilibrio social modificando los estilos atribucionales predominantes.

DBT y desregulación emocional

La desregulación emocional es la incapacidad de controlar y modular el propio estado emocional y puede estar asociada a los trastornos mentales. Se ha teorizado que el desarrollo de un apego seguro a otras personas significativas en la primera infancia es esencial para el desarrollo de la regulación emocional. Por lo tanto, el deterioro de la formación de una representación interior segura puede perjudicar sustancialmente la adquisición de habilidades de regulación emocional en la infancia y conducir a una mala adaptación social más adelante en la vida. La terapia dialéctica conductual (TDC) se centra en la reducción de las autolesiones y de los comportamientos que interfieren en la calidad de vida, manteniendo al individuo implicado en el tratamiento.

CASO #1 DBT

  1. es una chica soltera de 23 años, que cursa un curso de posgrado y procede de una familia urbana de clase media. Presentaba dificultades en las relaciones interpersonales y se sentía poco deseada durante años. Estos síntomas le causaban una gran angustia y, en los últimos dos meses, le resultaba imposible concentrarse en sus estudios porque se sentía ignorada y rechazada. Acudió a consulta después de leer un artículo del periódico sobre salud mental, que le hizo reflexionar sobre la infelicidad en sus relaciones interpersonales.

 

La evaluación DBT

La evaluación reveló que entre los 9 y 10 años, durante una conversación familiar, descubrió que había nacido de un embarazo no deseado y no planificado. A partir de ese momento, empezó a pensar que no la querían y que la familia no la quería. Esto cambió su percepción con respecto a las acciones de los demás a su alrededor. Tenía amigos, pero sus amistades no duraban mucho. Pensaba que sus amigos siempre tenían otros planes, por lo que la ignoraban o esperaban que no fuera con ellos. Cuando estaba en el instituto, su familia se enteró de su relación con un chico con una fe religiosa diferente a la suya. Esto provocó un altercado entre ella y su hermano, que acabó con él abofeteándola. No se sentía comprendida por nadie y se hizo varios cortes superficiales en la muñeca con un cuchillo en momentos de ira. Las cicatrices eran visibles en las sesiones. También informó de que tuvo dos relaciones románticas serias. Dijo que disfrutaba de la atención, pero que no se sentía conectada emocionalmente con ninguno de ellos. Durante la terapia, el tercer chico con el que salía desde hacía dos meses rompió con ella porque la consideraba demasiado pegajosa. Esto la molestó y se reactivó la idea de ser indeseada y rechazada.

El psiquiatra no recetó medicación y planificó la TDC.

 

Desarrollo de DBT

-El primer paso (sesión 1-3):

Su objetivo era disminuir las conductas desestabilizadoras como cortarse en el antebrazo con un cuchillo o las repetidas publicaciones en redes sociales del ex novio, hablar de las consecuencias de estas conductas u otras formas adaptativas de canalizar los impulsos como escribir notas, hacer garabatos en un papel, cortar papel con tijeras.

 

-El segundo paso (sesión 4-8):

Se centró en resolver la discriminación percibida en la familia y los sentimientos de abandono en la infancia que la llevaron a tener relaciones interpersonales inestables. El Registro del Pensamiento Diario (DTR) identificó su incapacidad para decir “no” a los demás. Fuera de este miedo, así como para evitar el rechazo, estaba acostumbrada a complacer a todos los que la rodeaban. Los enunciados disfuncionales del DTR se reformularon externalizando el estilo de atribución. Se abordaron sus cogniciones erróneas y se crearon cogniciones más funcionales utilizando algunos ejemplos de la vida real. Además, se utilizaron procedimientos basados en la exposición para redirigir sus emociones negativas, como la ira y la tristeza. Sus tendencias en acciones de retraimiento espontáneo debido a estas emociones fueron reemplazadas al animarla a comunicar sus emociones de manera efectiva. Ahora entiende cómo, culturalmente, se presta más atención a un niño varón, y a pesar de ello, fue criada con las debidas oportunidades por sus padres. En la 9ª sesión, había desarrollado una perspectiva diferente hacia sus cogniciones.

 

-El Tercer Paso (sesión 9-11):

Se han abordado dilemas relacionados con la educación superior y el trabajo que elaboran las habilidades de toma de decisiones. Ahora no se siente ofendida por los comentarios o señalamientos de los amigos. Ha desarrollado una visión diferente sobre sus creencias de sentirse no deseada. Como resultado, sus habilidades de comunicación han mejorado, lo que ha dado lugar a una mayor eficacia interpersonal.

 

-El Cuarto Paso (sesión 12-16):

Su objetivo era generar la capacidad de experimentar la alegría y el sentido de la vida reforzando las habilidades adquiridas hasta el momento y ayudándola a generalizar estas habilidades en la vida real. Las actividades basadas en la exposición mejoraron su participación social, que antes evitaba por miedo y vergüenza al rechazo. La terapia en esta etapa puso énfasis en la prevención de recaídas mediante la estabilización de la reactividad emocional y el control regular de los patrones cognitivos con DTR.

En el seguimiento telefónico, dos años después del fin de la terapia, declaró dar clases en un colegio privado y al mismo tiempo preparar la prueba para acceder a la beca de doctorado. Declaró la capacidad de enfrentarse a las situaciones (desencadenantes) de forma racional sin actuar de forma impulsiva, y disfruta de relaciones sanas y satisfactorias.

CASO #2 DBT

A., una estudiante soltera de 18 años de edad de una familia urbana de clase media, presentó un estado de ánimo triste, estallidos de ira, conductas autolesivas y sentimientos crónicos de vacío durante el último año. La evaluación reveló importantes conflictos interpersonales entre los padres debido al alcoholismo de su padre, la depresión de su madre y las tensiones financieras. Su tía paterna soltera, que vive en otra ciudad y trabaja en una organización gubernamental, se ofreció a acogerla para mantener a la familia. Empezó a asistir a cuarto de bachillerato adaptándose bien al estudio y al ambiente escolar.

La tía, sin embargo, se dio cuenta de que la paciente se irritaba fácilmente por pequeñas cosas, como la comida si no la escogía o estaba fría, cualquier enfrentamiento con los amigos en la escuela, etc. Pero la tía continuó ignorando estos problemas hasta que notó marcas en el brazo del paciente. Al interrogarla, la tía descubrió que la paciente cometía actos autolesivos cada vez que se sentía ignorada o rechazada por sus compañeros en la escuela. Así que la trajo para que la asesoraran.

 

Evaluación y DBT para el paciente A.

La fórmula cognitivo-conductual identificó las experiencias de la infancia como los patrones portadores: “No me quieren”, que causaron la suposición errónea y los pensamientos negativos sobre el Yo y perjudicaron su funcionamiento social e interpersonal. La TDC se planificó con el objetivo de abordar las cogniciones erróneas y la mala regulación emocional.

Las sesiones 3-10 se centraron en la psicoeducación sobre la formulación, el mantenimiento del DTR y las prácticas de atención plena. El DTR reveló pensamientos negativos y rumiación que indujeron emociones negativas. Para hacer frente a esto, se cortaba en el antebrazo con una cuchilla. Este pensamiento se reestructuró cognitivamente utilizando técnicas como la revisión de experiencias, el descubrimiento guiado y el cuestionamiento socrático.

 

Resultados de la DBT para el paciente A.

El paciente informó de una mejora en las relaciones interpersonales y de la capacidad de comprender la perspectiva de los demás sin sentirse emocionalmente abrumado por sus acciones. Su rumia ahora dura un día, mientras que antes podía durar hasta 2 o 3 días. Para minimizar las conductas autolesivas, los rotuladores sustituyeron a la maquinilla de afeitar, lo que le llevó a dibujar o escribir en su antebrazo.

Esta terapia cambió sus estados emocionales y pensamientos ya en la décima sesión de la terapia. Para la eficacia de las comunicaciones interpersonales, se eligió el juego de roles como herramienta. En su lugar, se utilizó el concepto teórico de la teoría de la mente para discutir las diferentes perspectivas y su papel en las comunicaciones interpersonales.

La finalización de la terapia se produjo mediante sesiones mensuales ampliadas (de 11 a 14 horas). Los familiares informaron de mejoras significativas en el hogar, así como en los comportamientos con los compañeros. En la escala visual analógica (EVA), ella y su tía informaron de una mejora del 90-95% al final de la terapia.

La paciente comenzó a relacionarse consigo misma a través de actividades agradables como escuchar música, salir a pasear y jugar al ping-pong, en lugar de dejarse influir por experiencias o emociones negativas. La mejora se mantuvo un año después de la última sesión, y dijo sentir un placer adecuado en las relaciones sociales.

Debate sobre DBT

Debido a las rabietas, los cambios emocionales y los comportamientos autodestructivos, ambos casos fueron diagnosticados inicialmente con trastornos de la personalidad y del comportamiento en adultos. Pero más tarde, una entrevista clínica detallada reveló que los casos no eran clínicos. Esto pone de manifiesto cómo la desregulación emocional puede aparecer como un trastorno relacionado con la personalidad.

Los dos casos descritos anteriormente tenían un patrón de ego negativo, lo que les llevó a tener pensamientos erróneos y a la aparición de emociones negativas. Las características comunes eran el conflicto interpersonal y el uso de conductas autolesivas como mecanismos de afrontamiento.

 

Los resultados de la intervención sobre la desregulación emocional

La intervención ayudó a cambiar la percepción de ser rechazado o no deseado, lo que se tradujo en una mejora del funcionamiento interpersonal. En ambos casos, los sentimientos de rechazo experimentados previamente en el seno de sus familias condujeron a una generalización de estos sentimientos que dio lugar a una desregulación emocional.

Lo mismo se reflejó en las mediciones objetivas; concretamente en la Escala de Dificultad de Adaptación Emocional (DERS) y en el Cuestionario de Salud General (GHQ_28). A medida que avanzaba la terapia, las puntuaciones en el DERS revelaban un aumento de la aceptación y la claridad en la angustia, una disminución de la dificultad para concentrarse en los objetivos y un descenso de los impulsos, lo que indicaba un mayor control sobre las propias conductas. Hubo una disminución de las dificultades con el uso de las estrategias planificadas para la angustia, lo que implicó un nuevo uso de alternativas que resultó en un mejor funcionamiento. Hubo un alivio de los síntomas psicosociales y de la disfunción social en el GHQ-28.

 

Las fuentes de desregulación emocional 

En la regulación emocional intervienen múltiples procesos interdependientes que implican ámbitos biológicos, psicológicos e interpersonales. Existe entonces una interacción fundamental entre las operaciones emocionales y cognitivas en la que, en ambos casos, cualquier acontecimiento que desencadenara un sentimiento de rechazo activaba recuerdos de acontecimientos pasados cargados de emoción y la atención se centraba en torno a estos acontecimientos que inducían emociones negativas. Esto reforzó aún más los patrones de evitación de las situaciones interpersonales. Estos procesos operan de tal manera que las conductas autolesivas representan actos reconfortantes, como distracciones y acciones que minimizan la experiencia de las emociones negativas.

Bowlby destacó cómo la falta de respuesta de los otros significativos en los primeros años de vida puede perjudicar el desarrollo de la comunicación interpersonal y la interpretación de las señales sociales.

 

DBT en la población no clínica

En ambos casos, los resultados obtenidos han constatado un mantenimiento incluso después de 24 y 14 meses, respectivamente, desde el final de la terapia, según se ha comprobado mediante entrevista telefónica. Reflexionando, se puede afirmar que:

-La TDC en población no clínica puede utilizarse para prevenir la aparición de trastornos psiquiátricos o de personalidad

-la intervención temprana ayudó en ambos casos a modificar los patrones de reacción emocional y cognitiva, que más tarde seguramente habrían provocado psicopatologías. Además, la misma a una edad más avanzada habría sido más difícil de modificar.

-salvo en los casos de problemas de personalidad, es posible un cambio persistente en las funciones adaptativas y se puede conseguir en 10-12 sesiones y con 2-4 sesiones intensivas.

Conclusión de DBT y desregulación emocional

La TDC parece ser una buena opción para la población adolescente y juvenil no clínica que tiene problemas emocionales, ya que refuerza la adaptación social al alterar los estilos atribucionales. De hecho, los patrones y estilos de atribución pueden ser interiorizados por las interacciones sociales en las relaciones primarias. La intervención mejora no sólo la regulación emocional, sino también las relaciones interpersonales con los seres queridos, lo que se traduce en una mayor sensación de bienestar. Puede considerarse la intervención principal para prevenir la aparición de psicopatologías en la edad adulta.

 

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Artículo traducido y adaptado libremente. Fuente: Gupta A, Kashyap A, Sidana A. Terapia dialéctica conductual en la desregulación de las emociones – Informe de dos casos. Indian J Psychol Med. 2019 Nov 11;41(6):578-581. doi: 10.4103/IJPSYM.IJPSYM_352_19.

Disociación y Suicidio en Adolescentes

Disociación

En la última década, el suicidio ha ascendido a la segunda causa de muerte entre los adolescentes (Curtin y Heron, 2019; Heron, 2016). Las encuestas anónimas sugieren que tres cuartas partes de las ideas suicidas de los adolescentes no se revelan, lo que dificulta los esfuerzos de prevención (Pisani et al., 2012).

Para comprender, detectar y mitigar mejor el riesgo de suicidio, es fundamental identificar más fácilmente los marcadores de riesgo que presentan los adolescentes vulnerables.

El fenómeno subjetivo de la disociación, con implicaciones de larga data en el suicidio (Frankl, 1969; Janet, 1889; Oberndorf, 1950; Walzer, 1986), podría ser un marcador conductual útil. Aunque la relevancia de la disociación en el suicidio ya ha sido establecida. Sin embargo, existe una falta de precisión conceptual y empírica sobre la estructura de la disociación, su relevancia para el riesgo de suicidio en. los adolescentes y la validez incremental de su relación con el riesgo de suicidio en un contexto multivariante.

 

Fenomenología y estructura de la disociación

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) define la disociación en términos generales como “interrupciones y/o. discontinuidades en la integración normal de la conciencia, la memoria, la identidad, la emoción, la percepción, la representación corporal, el control motor. y la conducta” (American Psychological Association, 2013).

Se supone que estas interrupciones o discontinuidades en los procesos cognitivos dan lugar a estados emocionales subjetivamente perceptibles, que. pueden incluir:.

-la desrealización, una sensación de irrealidad o de alejamiento del mundo exterior.

-despersonalización, una sensación de irrealidad o desapego de la mente, el yo o el cuerpo, que puede manifestarse como entumecimiento emocional y/o físico (APA, 2013).

Aunque las presentaciones disociativas pueden ser bastante evidentes desde el punto de vista clínico, articular un límite conceptual sólido en torno a las experiencias disociativas es un reto por varias razones.

La dificultad para describir los estados disociados lleva a menudo, incluso en las definiciones formales, a incluir metáforas o ejemplos en primera persona (por ejemplo, la realidad como “sueño”, Simeon et al., 2008; “sentirse muerto o muerta por dentro”, Walzer, 1968; “no soy nadie, no tengo yo”, APA, 2013).

 

También existen importantes incoherencias en la estructura factorial y una escasez de estudios naturalistas.

La disociación ha sido mejor caracterizada en muestras de adultos utilizando medidas de rasgos autoinformados (ver dos. meta-análisis: Lyssenko et al., 2018; van Ijzendoorn & Schuengel, 1996). Incluso en estas muestras, la estructura factorial de la disociación. sigue siendo muy discutida, con resultados que van de 1 a 4, y a veces 7 o más, factores (Holtgraves & Stockdale, 1997; Lyssenko et al.,. 2018; Ruiz et al., 2008; van Ijzendoorn & Schuengel, 1996).

Los estudios de muestras de adolescentes hasta la fecha también se han basado en medidas de disociación de rasgos (por ejemplo, Xavier et al., 2018;. Kisiel & Lyons, 2001; Tolmunen et al., 2007), el más común de los cuales parece ser unidimensional (Farrington et al., 2001).

Solo un estudio evaluó la disociación utilizando la metodología de evaluación del momento ecológico (EMA) (Greene, 2018). Dado que este estudio evaluó una variante limitada de la disociación (es decir, la “disociación peritraumática” durante la exposición crónica al trauma) y se realizó en adultos, no ayuda claramente a comprender las experiencias disociativas cotidianas que pueden estar relacionadas con el riesgo de suicidio de los adolescentes.

Dos estados potencialmente relacionados, que actualmente no se consideran indicativos de disociación, merecen ser incluidos bajo el paraguas de la disociación: el aburrimiento y el vacío.

Por ejemplo, Stryngaris (2016) comparó tanto el aburrimiento como el vacío con el entumecimiento, que se sitúa claramente bajo el paraguas de. la disociación como un aspecto de la despersonalización (APA, 2013). Como dice Stryngaris, el entumecimiento, el aburrimiento y el vacío son expresiones clínicas destacadas de ausencias de sentimientos generalizadas y difíciles de etiquetar.

El aburrimiento y el vacío se han utilizado indistintamente (por ejemplo, los criterios del DSM-III para el trastorno límite; véase Klonsky, 2008), y. ambos se correlacionan con los síntomas disociativos en todos los grupos de edad (por ejemplo, en el contexto del trastorno límite de la personalidad; Aggen et al., 2009; Chabrol et al., 2002; Conway et al, 2012).

Aunque difieren en algunos aspectos (por ejemplo, Klonsky, 2008; Price, et al., preimpreso), la disociación y el vacío comparten un límite especialmente difuso, tanto conceptual como fenomenológicamente.

Los teóricos a lo largo de las décadas (Kernberg, 1985; Laing, 1960; Zandersen & Parnas, 2018) han conceptualizado el vacío, de forma muy parecida a la disociación, como impulsado por una alteración de la identidad y la autopercepción y que da lugar a experiencias viscerales y. existenciales de descorporeidad e irrealidad.

Clínicamente, los estudios de casos sobre el vacío han observado que las descripciones verbales de los pacientes clínicos sobre el vacío son inexactas y a menudo se superponen con los informes de los pacientes sobre las experiencias disociativas (por ejemplo, Elsner et al., 2018).

En los cuestionarios, el vacío se mide utilizando ítems similares a los de la disociación, incluyendo “adormecimiento interior”, “no soy real”, “fuera de contacto conmigo mismo” (Hazell, 1982) y “ausente en mi vida” (Price et al., preimpresión).

En resumen, el paraguas de la disociación -que ya abarca la desrealización, la despersonalización y el entumecimiento (APA, 2013)- puede abarcar también el aburrimiento y, más probablemente, el vacío.

 

Relevancia de la disociación en el riesgo de suicidio de los adolescentes

La relevancia de la disociación en el suicidio es generalmente aceptada. La disociación se ha observado con tanta frecuencia en relación con el suicidio (p. ej., Frankl, 1969; Janet, 1889; Oberndorf, 1950), que en su día se consideró incluso la ejecución inconsciente del propio suicidio (Walzer, 1968).

Hoy en día, la disociación se conceptualiza como una de las diversas respuestas al estrés crónico y agudo, con manifestaciones tanto normativas como patológicas (Şar, 2014).

El aumento entre los adultos hospitalizados por riesgo inminente de suicidio han llevado recientemente a proponer la disociación como parte del estado suicida agudo (Galynker et al., 2016).

Todavía no hay pruebas causales que relacionen la disociación con el suicidio, pero los hallazgos iniciales sugieren que los intentos repetidos de suicidio pueden estar motivados por el deseo de sentir algo (incluido el dolor) en lugar del entumecimiento y el vacío (Blasco-Fontecilla et al., 2015).

 

Disociación y suicidio en adultos

Los trastornos disociativos se han asociado con los intentos de suicidio en una muestra de mujeres adultas turcas (Şar et al., 2007) y en muestras clínicas más allá de los efectos de los diagnósticos co-ocurrentes (Foote et al., 2008; para una revisión ver Şar, 2011). La gravedad dimensional de las experiencias disociativas es consistentemente alta entre los adultos que han intentado suicidarse, según un meta-análisis (Calati et al., 2017).

El vacío ha atraído específicamente la atención en el contexto del proceso suicida, mostrando elevaciones tanto en el pródromo agudo, como en las secuelas, de los intentos de suicidio en adultos (Blasco-Fontecilla et al., 2013; Chesley, 2003; Elsner et al., 2015; Schnyder, 1999).

 

Disociación y suicidio en adolescentes

En el caso de los adolescentes, la relevancia de la disociación en el riesgo de suicidio es menos clara. Los estudiantes de secundaria turcos que intentaron suicidarse informaron de síntomas disociativos más fuertes que sus compañeros sin antecedentes de conducta suicida (Zoroğlu et al., 2003).

En otra muestra turca, los adolescentes diagnosticados con trastorno disociativo eran significativamente más propensos a informar de haber intentado suicidarse que los jóvenes de control clínico y no clínico, pero este efecto no fue significativo después de controlar el género y la gravedad de la depresión (Kiliç et al., 2017).

En muestras de jóvenes clínicos, el riesgo de suicidio y los antecedentes de suicidio se asociaron sólo con algunas medidas de disociación, pero no con otras (Kisiel & Lyons, 2001; Orbach et al., 1995).

Por lo tanto, la relevancia de la disociación en el riesgo de suicidio de los adolescentes requiere confirmación, especialmente durante la transición a la adolescencia (edades de 11 a 13 años), el período en el que el riesgo de suicidio comienza a aumentar (Curtin y Heron, 2019) y cuando la disociación puede ser subestimada y/o infradeclarada (Steinberg, 1996).

 

Disociación y suicidio en un panorama transdiagnóstico

Los procesos implicados en el riesgo de suicidio se desarrollan sobre un fondo complejo de mecanismos de otros resultados negativos, especialmente la psicopatología.

La mayoría de los procesos psicológicos desadaptativos confieren riesgo de múltiples resultados negativos diferentes (Insel et al., 2010), pero pueden predecir cada resultado por razones específicas (Nolen-Hoeksema & Watkins, 2011; Vine & Aldao, 2014).

La identificación de los procesos de riesgo específicos del suicidio es particularmente difícil porque el suicidio se asocia de forma generalizada pero imprecisa con la psicopatología (Nock et al., 2019).

Como explican Nock y sus colegas (2019), la alta prevalencia de psicopatología entre los fallecidos por suicidio (cerca del 95%; véase Cavanagh et al., 2003) hace difícil aislar procesos psicopatológicos específicos vinculados directamente, de forma única y no espuria, al suicidio. Al mismo tiempo, señalan que la psicopatología en sí misma es un pobre predictor del suicidio porque muy pocos casos de psicopatología (en relación con todos los casos de psicopatología) terminan en suicidio.

 

Para mejorar la especificidad de los modelos de riesgo de suicidio, Nock y sus colegas (2019) pidieron el uso estratégico de modelos multivariados para tener en cuenta los posibles factores de confusión psicopatológicos.

Un factor de confusión potencial especialmente probable es el trastorno límite de la personalidad (TLP). La presentación del TLP presenta de forma prominente tanto la disociación como el suicidio (véase Conway et al., 2012; Scalabrini et al., 2017), y el TLP es uno de los diagnósticos más comunes asociados a las presentaciones disociativas en entornos psiquiátricos y de otro tipo (Lyssenko et al., 2018; Şar et al., 2003; Şar et al., 2007).

Además, los síntomas del TLP parecen dar cuenta de manera parsimoniosa de la varianza en la psicopatología común a través de los tipos de trastorno en los adolescentes tempranos (Vine et al., en revisión), recomendando una covariable del TLP como una herramienta eficiente para factorizar los efectos generales de la psicopatología durante este período.

Por estas razones, para comprender la especificidad del vínculo disociación-suicidio entre los jóvenes, es prioritario determinar su independencia de los síntomas coexistentes del TLP.

 

También, la utilidad de la disociación como marcador del riesgo de suicidio también depende de la diferenciación de la disociación de los estados relacionados.

El afecto negativo y el positivo desempeñan funciones sólidas y mecánicas en los trastornos emocionales (Scott et al., en prensa), y explican una varianza importante en el riesgo de suicidio (Rojas et al., 2015; Yamokoski et al., 2011).

En los estudios dimensionales, las experiencias disociativas se correlacionan con un elevado afecto negativo y una reducción de la relación afecto positivo-negativo (Ertubo et al., 2018; Simeon et al., 2003). Aunque la disociación se define formalmente como una alteración del procesamiento cognitivo (APA, 2013), su evaluación se basa en las percepciones subjetivas del estado de sentimiento disociado.

Hasta donde sabemos, ningún estudio ha intentado diferenciar la disociación de los estados afectivos en el contexto del riesgo de suicidio. Para determinar la viabilidad de considerar la disociación como un marcador independiente del riesgo de suicidio de los adolescentes, es importante aislar la tendencia de los adolescentes a informar de un estado de sentimiento disociado de su tendencia a informar de otros estados.

 

El estudio sobre disociación y suicidio

Examinamos la relación entre las experiencias de disociación de los primeros adolescentes y el riesgo de suicidio.

Es importante destacar que toda la muestra podría considerarse con un riesgo de suicidio no trivial dada su edad adolescente (Heron, 2016) y la presencia de psicopatología (Cavanagh et al., 2003).

Identificamos a los individuos con mayor riesgo de suicidio en relación con sus compañeros de riesgo, basándonos en los antecedentes de ideación o comportamiento suicida o relacionado con la autolesión (por ejemplo, Paul et al., 2015; para un meta-análisis, véase Ribiero et al., 2016).

Los objetivos del estudio eran:

(1) Caracterizar la estructura latente y la prevalencia de las experiencias de disociación en esta muestra clínica de adolescentes tempranos.

(2) Evaluar la relación entre la disociación de los adolescentes y el estado de riesgo de suicidio y sondear su independencia más allá de los efectos de la psicopatología y las variables afectivas.

Para profundizar en las pretensiones de la modelización multivariante del riesgo de suicidio (Nock et al., 2019), nuestro objetivo final era: (3) explorar los efectos contextuales de las características demográficas sobre la disociación en el riesgo de suicidio.

 

Método de disociación y suicidio

Temas

Los participantes fueron 162 adolescentes en el grupo de edad de 11-13 años (Mage=12,03 años, SD=0,92).

Fueron reclutados, junto con sus cuidadores primarios, de las clínicas de atención primaria pediátrica y psiquiátrica ambulatoria en un entorno urbano de un hospital universitario.

Para asegurar la alteración transdiagnóstica, los adolescentes fueron sobremuestreados para la desregulación de la emoción en base a la puntuación máxima (informada por los padres o el adolescente) de la subescala de inestabilidad afectiva del Inventario de Evaluación de la Personalidad-Versión Adolescente (Morey, 2007).

Los adolescentes elegibles tenían un coeficiente intelectual>=70, no presentaban condiciones médicas neurológicas orgánicas, manía actual y episodios psicóticos actuales, y estaban recibiendo tratamiento psiquiátrico o conductual para el estado de ánimo o el problema de conducta.

La mitad de los adolescentes (47%) eran mujeres. El 60% se identificaron como minorías raciales/étnicas (41% afroamericanos; 16,7% birraciales; 6% indios americanos/nativos de Alaska; 4% hispanos).

La mayoría (94%) de los cuidadores participantes eran mujeres (48% de minoría racial/étnica; 88% eran madres biológicas). Un tercio (66%) de las familias declaró no tener cuidadores empleados.

 

Procedimiento

Los adolescentes y los cuidadores completaron cuestionarios centrados en los adolescentes y entrevistas clínicas como parte de un protocolo más amplio.

Para minimizar la carga cognitiva de los participantes, los adolescentes y los cuidadores fueron entrevistados simultáneamente por dos clínicos en salas separadas, con puntuaciones máximas para cada síntoma.

El diez por ciento de las entrevistas fueron calificadas dos veces por el vídeo, lo que demuestra una alta fiabilidad entre los evaluadores.

En la semana siguiente a la visita al laboratorio, los adolescentes y los cuidadores completaron cada uno un breve componente EMA del estudio. Se pidió a cada participante que completara los cuestionarios 10 veces en 4 días en los teléfonos inteligentes proporcionados por el estudio.

Las sugerencias se basaron en el tiempo para maximizar el cumplimiento y evitar el horario escolar y abarcaron días consecutivos: 2 días entre semana (16:00, 20:00) y 2 días de fin de semana (12:00, 16:00, 20:00).

Las tasas de cumplimiento fueron elevadas, ya que el 88,8% de los adolescentes y el 90,1% de los cuidadores completaron 8 o más indicaciones.

 

Medir la disociación y el suicidio

Posibles indicadores de experiencias cotidianas de disociación.

Se extrajeron cinco indicadores potenciales de disociación del EMA de los adolescentes.

Tres preguntas tenían un formato de sí/no: Desde []… ¿se sintió desorientado o adormecido? … ¿te sentiste como en un sueño? … ¿tenías pensamientos sobre tu existencia o no?

Dos preguntas iniciales utilizaban una escala de Likert de 4 puntos (0=nada; 3=mucho) y preguntaban: “Durante los últimos 15 minutos, ¿cómo se ha sentido …vacío? y …aburrido?”

 

Alto riesgo de suicidio.

Cuatro síntomas relevantes para el riesgo de suicidio:

Se derivaron de los informes de los adolescentes y los cuidadores sobre el módulo de depresión del Kiddie Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia (K-SADS-PL; Kaufman et al 1997), una entrevista semiestructurada para evaluar la presencia y la gravedad de los trastornos afectivos y otros trastornos psiquiátricos en niños de 6 a 18 años.

Los síntomas utilizados fueron: pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida, actos suicidas y actos no suicidas.

Los médicos evaluaron todos los síntomas:

En una escala de 3 puntos (0=ausente; 1=por debajo del umbral; 2=por encima del umbral), y las calificaciones de 1 o 2 se consideran buenas para los fines actuales.

La Entrevista Infantil para el Trastorno Límite de la Personalidad DSM-IV (CI-BPD; Zanarini, 2003), una entrevista semiestructurada para el diagnóstico del TLP adolescente, proporcionó un ítem relevante reportado tanto por el adolescente como por el cuidador por separado: conductas suicidas recurrentes, gestos o amenazas, o conductas de automutilación.

Los clínicos evaluaron este y otros síntomas de CI-BPD durante los últimos 2 años (0=ausente; 1=por debajo del umbral; 2=por encima del umbral); las calificaciones de 1 o 2 se consideraron utilizables para el estudio.

Los elementos de riesgo de suicidio también se extrajeron de los cuestionarios Childhood Behavior Checklist (CBCL) y Youth Self-Report (YSR) (Achenbach, 1991).

Los ítems relevantes del CBCL (informados por el cuidador) fueron: se autolesiona deliberadamente o intenta suicidarse y habla de suicidarse.

Los ítems relevantes de YSR (reportados por los adolescentes) fueron: Intento deliberadamente hacerme daño o matarme y pienso en matarme. Las calificaciones de 1 o 2 representaban confirmaciones. Los ítems se referían a los últimos 6 meses (0=no verdadero, 1=casi o a veces verdadero, y 2=muy verdadero o a menudo verdadero).

Por último, las evaluaciones de la EMA aportaron pruebas sobre el riesgo de suicidio:

(Todos dicotómicos, centrados en el período transcurrido desde la última indicación). Dos ítems del EMA informados por el cuidador preguntaban si habían tenido pensamientos de suicidio o de hacerse daño, y si habían dicho a alguien que iban a suicidarse o hacerse daño. Un ítem del EMA reportado por el cuidador preguntaba si el adolescente había dicho a alguien que iba a matarse o hacerse daño.

Se creó un “compuesto de riesgo de suicidio” binario para reflejar la historia de cualquier ideación o comportamiento suicida o autolesivo según lo informado por el adolescente o el cuidador en cualquier medida (es decir, entrevistas clínicas, cuestionarios, EMA).

Para proporcionar una estimación del riesgo de suicidio más próximo, un indicador alternativo de riesgo de suicidio binario de 4 días reflejaba sólo las aprobaciones de elementos EMA anteriores.

 

Psicopatología y covariantes afectivas.

Un índice de gravedad de TLP no redundante se deriva de la suma de la gravedad de los síntomas de TLP-IC no relacionados con la disociación o el riesgo de suicidio (es decir, omitiendo la disociación, el vacío y el suicidio/autoagresión).

El índice final de gravedad del TLP no redundante reflejaba, por tanto, la gravedad de los síntomas relacionados con la ira, la inestabilidad afectiva, los esfuerzos por evitar el abandono, la impulsividad en áreas distintas de la conducta suicida y las relaciones interpersonales inestables/intensas.

La estimación de la afectación media diaria se calculó utilizando la EMA.

Con cada pregunta para completar, los adolescentes informaron cuánto habían sentido una variedad de estados afectivos en los últimos 15 minutos (0=nada; 3=mucho). En concreto, el afecto negativo (NA; triste, enfadado, nervioso, avergonzado, culpable) y el afecto positivo (PA; feliz, relajado, excitado, enérgico, orgulloso).

 

Debate

Este estudio añade una precisión muy necesaria a la investigación de las experiencias de disociación como correlatos del riesgo de suicidio en los adolescentes.

En primer lugar, nuestros hallazgos ayudan a caracterizar la disociación en la vida cotidiana de los adolescentes. Entre estos jóvenes remitidos clínicamente, durante el periodo de 4 días de la EMA, las experiencias de disociación aparecieron mucho menos universalmente que el aburrimiento, pero con más frecuencia que los pensamientos y comportamientos agudos relacionados con el suicidio.

Mientras que el ítem descartado “aburrimiento” fue confirmado por el 91% de los adolescentes, los indicadores finales de disociación fueron confirmados en cambio por una minoría (17-36%) durante el EMA de 4 días y típicamente sólo una vez por cada adolescente.

Quizás debido a este desequilibrio, el factor de disociación latente final no incluía el aburrimiento.

 

Esta irrelevancia del aburrimiento se hace eco de la conclusión de Stryngaris (2016) de que el aburrimiento, a pesar de algunas similitudes, es distinguible del vacío y del letargo por su potencial importancia en la señalización de la disfunción.

Curiosamente, en el contexto de la psicopatología y las covariables afectivas, la estructura del factor latente de disociación ha cambiado.

En el modelo que mide la disociación, así como en la regresión inicial sobre el riesgo de suicidio, las saturaciones de los factores de disociación fueron similares entre sí.

Hasta donde sabemos, este es el primer estudio que considera empíricamente si el vacío pertenece al paraguas de la disociación y ha producido resultados matizados que pueden estimular futuras investigaciones sobre este tema.

 

Los resultados de nuestro modelo de medición apoyan la consideración continua del vacío como una posible faceta de la disociación.

Al mismo tiempo, el modelo multivariante final distingue un poco el vacío. Este modelo sugiere que el vacío puede tener una mayor relevancia en el riesgo de suicidio que los otros indicadores de disociación.

Una vez añadidas al modelo las covariables de psicopatología y afectivas (Figura 2), el indicador “vacío” se convirtió en el más informativo del factor latente, mientras que los otros tres indicadores (distanciado/estancado, soñando y existente) se debilitaron.

En base a este resultado, la pregunta “vacío” parece más informativa que el constructo latente de disociación en este contexto multivariado y específico del suicidio.

Se necesitan futuras réplicas para confirmar la fiabilidad de la sensación subjetiva de vacío como un marcador especialmente preciso del riesgo de suicidio en muestras de adolescentes. De ser así, el “vacío” podría ser fructífero para incorporar en las evaluaciones ambulatorias, que pueden capitalizar la disponibilidad generalizada de la tecnología personal en la vida de los adolescentes para estudiar, detectar y mitigar el riesgo de suicidio (por ejemplo, Torous et al. 2018, Kleiman et al., 2017; Kleiman et al., 2019).

 

Es importante destacar que la incorporación de datos demográficos en el modelo suprimió el efecto de disociación-riesgo de suicidio.

La asociación positiva entre el género femenino y el suicidio sugirió que el género era el supresor clave, por lo que probamos la moderación por género post hoc para determinar si el efecto de riesgo de suicidio-disociación estaba presente principalmente entre las chicas.

La moderación no alcanzó la significación, pero los patrones dentro del género difirieron como se esperaba: la vía de disociación del riesgo de suicidio fue significativa en las chicas pero no en los chicos. Para enfatizar aún más la presencia del efecto entre las chicas, no encontramos ninguna supresión demográfica al utilizar el indicador de riesgo de 4 días, probablemente porque prácticamente todos los adolescentes identificados por el indicador de 4 días eran chicas.

Se necesita más investigación para interpretar los presentes hallazgos de género, que podrían reflejar un problema de tercera variable o contribuir a una información clínica real, tal vez que la disociación en la vida cotidiana tiene una utilidad especial para entender el riesgo de suicidio en las niñas.

En estudios anteriores no se han encontrado diferencias de género en la gravedad de los síntomas disociativos autodeclarados tanto en poblaciones de adolescentes (Farrington et al., 2001) como de adultos (van Ijzendoorn & Schuengel, 1996). Por el contrario, en nuestra muestra, dos de los indicadores de disociación estaban relacionados con el género femenino (espaciado/entumecido, vacío).

 

Nuestra variable compuesta que categoriza el riesgo de suicidio no era adecuada para modelar las vías mecánicas de los distintos resultados relacionados con el suicidio, pero esta no era nuestra intención.

El suicidio y la conducta autolesiva tienen muchas distinciones importantes en sus causas, funciones psicológicas y consecuencias (Muehlenkamp, 2005; Whitlock et al., 2013). Por ello, la investigación mecanicista los distingue cada vez más. Nuestro compuesto de riesgo de suicidio ha colapsado los pensamientos, la ideación, los planes y los actos, oscureciendo estas distinciones que otros investigadores han mantenido útilmente (Klonsky et al., 2018). Al mismo tiempo, el colapso de estas distinciones nos permitió maximizar la identificación de los adolescentes de alto riesgo, reduciendo probablemente los falsos negativos.

Dada la solidez de los pensamientos y acciones relacionados con el suicidio y las autolesiones como predictores de futuros intentos de suicidio (Ribiero et al., 2016), el compuesto fue una estrategia óptima para clasificar a los adolescentes que ya están generalmente en riesgo en niveles de riesgo.

Para el objetivo actual de describir preliminarmente las experiencias de disociación de los adolescentes y su relevancia incremental para el riesgo de suicidio en un entorno clínico, este método fue más que adecuado. Los estudios futuros que puedan distinguir los diversos fenómenos relacionados con la autolesión podrían investigar si la disociación se relaciona de manera diferente con las experiencias relacionadas con el suicidio que con las experiencias relacionadas con la autolesión, y cómo se relaciona con la transición de ideación-acción de importancia crítica (véase Klonsky et al., 2018).

 

 

Hipótesis para futuros estudios

De forma crítica, estos estudios podrían poner a prueba tres caracterizaciones no excluyentes del vínculo temporal entre la disociación y las experiencias suicidas:

(1)que la disociación precede a los pensamientos o conductas suicidas y puede o no tener efectos causales o mecanísticos en la elevación del riesgo de suicidio o en la contribución a la conducta suicida.

(2)que la disociación coincida con elevaciones del riesgo de suicidio, siendo quizás un aspecto del estado suicida agudo como se ha propuesto recientemente (Galynker et al, 2016).

(3)que la disociación es un efecto póstumo persistente, como una “cicatriz” cognitiva-afectiva, de haber participado previamente en pensamientos o actos suicidas o relacionados.

 

Los puntos fuertes de este estudio

Incluyen su muestra de adolescentes tempranos evaluados clínicamente y remitidos con un riesgo de suicidio significativamente elevado y un fuerte cumplimiento del protocolo de la EMA. Este es el segundo estudio que conocemos relacionado con la disociación utilizando la metodología EMA (Greene, 2018) y la primera demostración de que los adolescentes pueden informar sobre experiencias diarias de disociación en entornos del mundo real.

Tuvimos cuidado de separar la relación riesgo de suicidio-disociación de varios posibles elementos discordantes, afectivos y clínicos, articulando también el papel de confusión del género de los adolescentes, y replicamos nuestros resultados con un indicador alternativo de riesgo de suicidio de 4 días.

También identificamos la necesidad de seguir replicando y mejorando, especialmente a través de diseños de EMA de mayor duración e intensidad de tiempo. Con este estudio como primer paso, animamos a otros a incorporar los ítems de disociación en los estudios de EMA sobre jóvenes suicidas y en riesgo y a considerar la importancia potencial de la disociación en la vida diaria de los adolescentes como marcador de un elevado riesgo de suicidio.

 

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Artículo traducido y adaptado libremente. Fuente: Vine, Vera & Victor, Sarah & Mohr, Harmony & Byrd, Amy & Stepp, Stephanie. (2020). Riesgo de suicidio en adolescentes y experiencias de disociación en la vida cotidiana. Psychiatry Research. 287. 112870. 10.1016/j.psychres.2020.112870.

 

Adolescentes y COVID-19: la Mindfulness para desarrollar Resiliencia

resiliencia

La resiliencia puede ser un factor de protección para los adolescentes durante una emergencia de COVID. ¿Cómo desarrollarlo con Mindfulness? Este nuevo e interesante estudio intenta dar una respuesta.

 

Nuestro estilo de vida ha cambiado considerablemente debido a COVID-19 y nuestras actividades sometidas a restricciones significativas, que han causado trastornos en los ritmos biológicos y en el ritmo y la calidad del sueño. Nos sentimos preocupados y ansiosos por la pandemia, por el trabajo, la vida y las reacciones de estrés probadas como el exceso de miedo y el nerviosismo.

Un equipo chino de expertos en salud mental ha formulado el “Novel Coronavirus Pneumonia National Mental Health Case Manual” que introduce varios métodos de intervenciones psicológicas. Una cirugía es la mindfulness y la meditación guiada, uno de los métodos más actuales en la psicoterapia.

El objetivo principal de la mindfulness es mantener la conciencia sobre el presente, aceptar la realidad como una actitud abierta, tolerante y no evaluativa, reducir los comportamientos evitantes, dar alivio a la ansiedad y al miedo y promover la salud psicológica y física.

Este estudio tiene por objeto explorar la influencia de una intervención mindfulness sobre la resiliencia e inteligencia emocional de un adolescente medio durante la epidemia de Covid-19.

 

La Resiliencia

La resiliencia puede definirse como la capacidad de adaptarse positivamente al estrés, las crisis y las adversidades permaneciendo saludable (Seery et al., 2010). También, la resiliencia juega un papel protector en la moderación de las consecuencias pasivas de las dificultades interiorizadas y exteriorizadas (Luthar et al., 2000). La resiliencia también puede prevenir otros problemas emocionales y de comportamiento frente a la adversidad y el estrés graves (Bahmani et al., 2016; Bethell et al., 2016).

 

Literatura sobre la resiliencia

Por ejemplo, los investigadores han observado que cuando varias personas se enfrentan al mismo problema, algunas personas pueden superar los factores de estrés y mantenerse saludables gracias a un factor de resiliencia mayor, mientras que los que tienen un nivel más bajo de resiliencia desarrollarán problemas mentales (Elisei et al., 2013). Al mismo tiempo, Peng y su equipo (2012) han demostrado que los sujetos con mayores niveles de resiliencia suelen tener comportamientos adaptativos más positivos que los que tienen niveles más bajos de resiliencia, frente a las dificultades.

La literatura sobre el tema ha demostrado que la resiliencia es un factor crucial que media en el impacto del maltrato psicológico y los problemas emocionales y de comportamiento (Arslan, 2016; Bethell et al., 2014; Bethell et al., 2016) y protege de la aparición de trastornos psiquiátricos (Bethell et al., 2014; Skrove et al., 2013).

En la investigación psicológica, la resiliencia se evalúa típicamente a través de una serie de herramientas de autoevaluación, y los mayores niveles de resiliencia psicológica están relacionados con una mejor salud mental (Hu et al., 2015). A través de una revisión de la literatura al respecto podemos ver que la resiliencia es una capacidad que se puede obtener a través del entrenamiento y la práctica (Grabbe et al., 2012; Joyce et al., 2018).

Hay pruebas de que la resiliencia no es una característica estable, pero es una característica maleable que se puede aprender y manejar (Joyce et al., 2018). Los programas de entrenamiento en resiliencia en el trabajo han aportado beneficios a la salud mental, el bienestar y el funcionamiento psicosocial (Robertson et al., 2015), especialmente cuando incluyen técnicas basadas en la mindfulness y el enfoque cognitivo-comportamiento (Joyce et al., 2018).

 

Training mindfulness y resiliencia

El entrenamiento mindfulness (MT) implica principalmente la aceptación del momento presente con la atención intencional y la conciencia no juzgante (Germer, 2005). Cuando el sujeto utiliza un comportamiento no-crítico para concentrarse en el presente, puede reducir los comportamientos interiorizados y exteriorizados frente a las adversidades y el estrés (Thompson et al., 2011).

Recientemente, el MT cultiva el crecimiento comprensivo y el fortalecimiento de la resiliencia personal (Schonert-Reichl & Lawlor, 2010). Además, el factor más crucial en experimentar un trauma o una dificultad resulta en mantener una actitud positiva y de aceptación de los acontecimientos de la vida (Grabbe et al., 2012).

Además, el MT ayuda a la persona a aceptar su presente con un enfoque no juzgante, evitando así la actitud negativa. La aceptación del presente con un comportamiento pacífico y no juzgante es uno de los componentes más importantes para nutrir la resistencia (Jha et al., 2019).

 

Por lo tanto, la mindfulness y la resiliencia tienen una fuerte conexión mecánica entre sí a nivel conceptual.

El hecho de que la resiliencia puede ser incrementada por mindfulness ha sido estudiado tanto conceptualmente (Grabbe et al., 2012; Jha et al., 2019) como empíricamente (Pidgeon & Keye, 2014).

Varios estudios han explicado los mecanismos de los efectos del MT sobre la resistencia, por ejemplo reducir los problemas emocionales y de comportamiento (Bluth & Eisenlohr-Moul, 2017; Esmaeilinasab et al., 2011). Algunos investigadores han sugerido que las intervenciones MT tienen un efecto positivo en la resistencia entre los niños y los adolescentes al disminuir el estrés y las dificultades interiorizadas y exteriorizadas (Durlak et al., 2011; Mak et al., 2018).

Por ejemplo, los investigadores han demostrado que la atención de los adolescentes y su autocontrol ha aumentado después de 8 semanas de MT (Bogels et al., 2008).

Además, un análisis de la curva de crecimiento latente indicó que después de 5 semanas de MT, el comportamiento de los alumnos procedentes de minorías étnicas y de situaciones de dificultad mejoró hasta 7 semanas (Black & Fernando, 2014).

En China, un estudio sobre los niños emigrados mostró que una intervención de 4 semanas MT basada en la escuela puede reducir significativamente las dificultades interiorizadas y externas, especialmente para los estudiantes con puntuaciones de mindfulness menores (Lu et al., 2017).

En un estudio realizado en el sureste de Estados Unidos, los investigadores seleccionaron 47 adolescentes para participar en un programa de 8 semanas MT. Después del programa, la resistencia, la curiosidad y la gratitud han mejorado en todos los participantes (Bluth & Eisenlohr-Moul, 2017). Además, muchos estudios empíricos han mostrado resultados similares en jóvenes de diferentes escenarios (Bogels et al., 2008; Brown & Ryan, 2003; Keng et al., 2011; Mak et al., 2018; Napoli et al., 2005).

 

Training mindfulness para los adolescentes

La definición de la adolescencia es generalmente entre los 10-19 años. A esa edad las personas viven profundos cambios psicológicos, físicos y sociales que hacen de puente entre la vida del niño y el adulto (Population Reference, 2014). Además, su patrón de emociones, comportamientos, conocimientos y actitudes todavía está en desarrollo (Kar et al., 2015)

Algunos estudios han descubierto que el MT es un enfoque útil para disminuir al mismo tiempo las dificultades internas y externas y aumentar la resiliencia entre los niños y adolescentes (Bluth & Eisenlohr-Moul, 2017; Bogels et al., 2008; Lu et al., 2018). Además, los investigadores han descubierto que los rasgos principales de la mindfulness tienen beneficios (Broderick & Metz, 2009; Schonert-Reichl & Lawlor, 2010) en superar las dificultades (Biegel et al., 2009), como la forma en que las personas manejan y experimentan sus emociones negativas (ej. ansiedad y estrés) y aumentan la resiliencia (Huppert & Johnson, 2010).

 

Estos estudios iniciales indican que es útil considerar un acercamiento a la mindfulness.

Durante este difícil período de prevención pandémica, los estudiantes se han visto obligados a quedarse todo el día en casa y llevar a cabo una educación en línea, lo que ha provocado un cambio repentino en la vida de los adolescentes. Estos percibieron preocupación y ansiedad por la pandemia, la vida y el trabajo y comenzaron a tener reacciones al estrés como el miedo excesivo y el nerviosismo.

Además, los adolescentes se sienten fácilmente solos cuando están alejados de sus compañeros (Jacobs et al., 2002). Durante la pandemia, es esencial facilitar la resiliencia entre los adolescentes para ayudarles a adaptarse a las experiencias negativas de la vida.

La práctica mindfulness es un método importante para regular y actuar sobre las emociones positivas (Rogers, 2013). Por lo tanto, se supone que el MT puede ser útil para los adolescentes para aumentar su resiliencia y adaptarse a las experiencias durante este período anormal.

 

Resiliencia e inteligencia emocional

Salovey y Mayer (1990) propusieron en primer lugar el concepto de inteligencia emocional (EI), que describe la capacidad de ser conscientes de las propias emociones, conformar emociones y pensamientos y comprender las causas y consecuencias de las mismas, gestionar sus propias emociones y las de los demás utilizando el EI como guía de pensamiento y acciones para producir resultados positivos (Zeidner et al., 2004; Mayer, Roberts, & Barsade, 2008).

Los adolescentes con mayor puntuación de EI tienen una mayor capacidad para regular sus emociones (Mayer et al., 2004; Mayer, Salovey, & Caruso, 2008), reportar una tasa más baja de experiencias depresivas (Kat et al., 2019; Mavroveli et al., 2007)y obtener mejores notas en sus exámenes (Downey et al., 2008; Pekrun et al., 2009).

Los sujetos con mayores niveles de EI tienen la capacidad de afrontar sus emociones e impulsos, que también se conocen como un rasgo de la personalidad de la resiliencia.

 

La resiliencia se refiere a la capacidad personal de superar el sufrimiento, utilizar la propia experiencia para ser más fuertes y mejorar las propias capacidades de soportar el estrés mental (León García-Inquierdo et al., 2009).

Una serie de estudios relacionados indican que existe una fuerte asociación entre el EI y la resiliencia (Armstrong et al., 2011). Por ejemplo, un estudio indicó que los que son vulnerables y tienen una baja puntuación EI generalmente tienen niveles de resistencia minutos, mientras que los individuos no vulnerables tienen un mayor nivel de resistencia y puntuación EI (Armstrong et al., 2011).

Además, el equipo de New (2009) ha revelado que el factor principal del EI es la capacidad de manejar las emociones de manera eficaz, que se ha descubierto que es una manera útil de mejorar su resiliencia.

 

El objetivo de este estudio

Sin embargo, el EI no está directamente relacionado con la resistencia (Armstrong et al., 2011), pero es anterior a la resistencia (Kat et al., 2019). Teniendo esto en cuenta, esta revisión de la literatura parece indicar que el MT es útil para aumentar la resiliencia e inteligencia emocional en los adolescentes. La mayor parte de las búsquedas anteriores se han centrado en el MT y la resistencia con un sistema de seguimiento transversal y en dos puntos.

Sin embargo, se sabe poco sobre las trayectorias de desarrollo del impacto del MT sobre la resistencia, especialmente durante la pandemia. Por lo tanto, en este estudio, hemos supuesto que el MT aumentaba la resiliencia y la inteligencia emocional del estudiante en el grupo experimental. Cuando se somete la intervención MT, la resistencia tiende a aumentar y la velocidad de su desarrollo aumenta gradualmente.

 

Método

Participantes:

Este estudio comenzó en febrero durante la epidemia de COVID-19 en China. En ese momento, se suponía que comenzaría un nuevo semestre de escuela. En esta búsqueda, los datos fueron recogidos por las escuelas en las áreas donde no se experimentaron retrasos importantes en la escuela o en la educación en línea desde casa para el primer período.

Los investigadores han administrado la Escala de Resiliencia Connor-Davidson (CD-RISC) a todos los estudiantes (N = 1558) a través de Internet. A continuación, 90 estudiantes con un bajo nivel de resiliencia fueron seleccionados para participar en el experimento en el grupo MT.

Los 90 participantes en este entrenamiento completaron la Escala de Inteligencia Emocional (EIS) en febrero de 2020 (T1).

Las otras 3 evaluaciones tuvieron lugar en abril de 2020 (T2), junio de 2020 (T3) y agosto de 2020 (T4). 89, 86 y 84 estudiantes proporcionaron los datos para cada evaluación.

 

La muestra final

En total, 84 sujetos (hombres = 41; mujeres = 43) proporcionaron sus datos para cada evaluación utilizada en este estudio.

En el grupo MT, los participantes tenían entre 12 y 14 años.

Durante el mismo período, 90 estudiantes (hombres = 45; mujeres = 45) fueron seleccionados aleatoriamente como grupo de control. Todos los participantes del grupo de control realizaron el CD-RISC y el EIS en febrero de 2020 (T1) y agosto de 2020 (T4).

 

Medidas:

La Escalera de Resistencia Connor-Davidson (CD-RISC):

En este estudio, hemos utilizado la escala de resiliencia de Connor y Davidson (2003) (versión china). La versión china del CD-RISC fue traducida por Yu y Zhang (2007) y adaptada a la población china. En este estudio, la versión china del CD-RISC consta de 25 ítems de 5 dimensiones: fuerza, optimismo, control, tenacidad y espiritualidad.

Las respuestas a cada ítem se han dado en una escala Likert de 5 pasos de 0 a 4. La puntuación de resiliencia se obtiene haciendo la media de las puntuaciones de los 25 ítems. Las puntuaciones más altas indican mayores niveles de resistencia.

 

Escala de inteligencia emocional (EIS):

La Escala de Inteligencia Emocional fue establecida por Schutte et al., 1998, Schutte et al., 2001 y traducida por Wang (2002). Las respuestas a la escala de 33 ítems se han medido en una escala Likert de 5 puntos que va de 1 (totalmente incoherente) a 5 (totalmente coherente). El EIS consta de cuatro dimensiones: gestionar las propias emociones, percibir las emociones, utilizar las emociones y gestionar las emociones de los demás. Las puntuaciones más altas indican niveles más altos de inteligencia emocional.

 

Procedimiento:

En el grupo MT, este estudio de 6 meses consistía en cuatro evaluaciones: T1 (formación previa), T2 (formación de 2 meses), T3 (formación de 4 meses) y T4 (formación de 6 meses).

Todos los participantes fueron instruidos para escuchar unos 15 minutos de una grabación de entrenamiento de mindfulness cada día durante 6 meses. Cada tarea de formación fue enviada a los estudiantes por el profesor a través del software Dingding para supervisar la formación diaria de los estudiantes.

El profesor creó un grupo de aprendizaje para estos 90 estudiantes y envió grabaciones de entrenamiento de mindfulness cada noche. Los sujetos fueron excluidos si faltaron al menos una tarea de entrenamiento por semana durante dos semanas consecutivas.

No hay intervención en el grupo de control.

 

Resultados

El entrenamiento de Mindfulness ha provocado un cambio en la resiliencia:

En esta búsqueda, realizamos un experimento sobre el grupo MT y un grupo de control para comprobar si el MT puede mejorar la resiliencia y la inteligencia emocional de los estudiantes. El resultado mostró que tanto la resiliencia como la inteligencia emocional eran significativamente diferentes en el grupo MT en el tiempo.

Además, en el grupo MT, hemos construido un modelo de crecimiento lineal y un modelo de crecimiento no lineal del desarrollo de la resiliencia. Los resultados de los modelos muestran que las pendientes de los parámetros de ambos modelos fueron significativamente positivas, lo que indica que durante el período de prueba, los niveles de resistencia de los sujetos aumentaron.

La pendiente de la curva fue significativamente positiva, lo que indica que el nivel de elasticidad psicológica de los sujetos aumentó. Por lo tanto, algunos aspectos de este fenómeno pueden explicarse:

1)

En primer lugar, creemos que la mindfulness y la resiliencia tienen una fuerte conexión mecánica entre ellos. El factor más crucial en la experiencia de trauma y adversidad es el mantenimiento de una actitud positiva de aceptación de los eventos de la vida (Grabbe et al., 2012).

El entrenamiento de mindfulness ayuda a los individuos a aceptar su momento presente de manera no juzgante, evitando así las emociones negativas. Aceptar el momento presente con una actitud pacífica y no juzgante es uno de los componentes más importantes de la resiliencia (Jha et al., 2019).

En este programa, los sujetos fueron entrenados para utilizar una actitud no juzgante para centrarse en la realidad presente, que fue una manera eficaz de reducir sus comportamientos internalizantes y externalizadores en respuesta a la presión y la adversidad (Durlak et al., 2011; Mak et al., 2018). Por lo tanto, la intervención MT dio lugar a un aumento de la resiliencia.

2)

El segundo aspecto es la mejora en el tratamiento de las emociones negativas con MT, que es útil para mejorar la resiliencia. La mindfulness puede centrar la atención en la respiración y distraer a los individuos de las emociones negativas como la ansiedad, la depresión y el miedo que son causados por la epidemia.

Además, mantener una actitud de aceptación y no evaluación de la epidemia también puede ayudar a prevenir la generación de emociones negativas. Los experimentos han confirmado que la actividad de las ondas cerebrales θ del entrenamiento de mindfulness a largo plazo ha aumentado significativamente, indicando que la vigilancia del cerebro ha aumentado, y el nivel de atención y cognición ha mejorado, mejorando así la capacidad de regulación emocional del individuo (Cahn & Polich, 2006).

El entrenamiento de Mindfulness puede cambiar la actividad cerebral relacionada con las emociones hasta cierto punto, aumentar las emociones positivas del individuo y mejorar el desarrollo de la salud mental (Levin et al., 2015). Por lo tanto, a través de este programa de formación, los sujetos consiguen finalmente la mejora general de la resiliencia. Además, esta conclusión de la investigación confirma los estudios anteriores que la resiliencia se puede entrenar y mejorar (Bluth & Eisenlohr-Moul, 2017; Bogels et al., 2008; Brown & Ryan, 2003; Esmaeilinasab et al., 2011; Keng et al., 2011; Mak et al., 2018; Nápoles et al., 2005).

La resiliencia no es un tramo estable (Joyce et al., 2018) sino más bien una característica maleable que puede ser entrenada y reforzada. Además, el uso de técnicas basadas en la mindfulness y el comportamiento cognitivo para mejorar la resiliencia es beneficioso para la salud mental (Joyce et al., 2018; Robertson et al., 2015).

Esto se ha demostrado en estudios anteriores (ej. Negro y Fernando 2014; Lu et al. 2017).

3)

Además de la intervención del entrenamiento de mindfulness, la mejora de la resistencia de los sujetos podría deberse al mejor control de la situación epidémica en la zona.

A mediados de marzo, todas las zonas en las que se encuentran las personas han retomado gradualmente el trabajo, la producción y las condiciones de vida de los residentes en la comunidad de participantes han cambiado del aislamiento doméstico obligatorio a la posibilidad de salir. Desde finales de marzo, las escuelas han retomado oficialmente las lecciones y la relativa mejora de la situación epidémica también puede haber influido en la mejora de la flexibilidad mental de los sujetos.

 

La influencia del entrenamiento de mindfulness en la inteligencia emocional:

En este estudio, hemos utilizado el MT como método de intervención y creemos que el IE puede tener un impacto importante en la resistencia. Los estudios existentes han utilizado principalmente dibujos de investigación transversal para examinar la correlación entre la inteligencia emocional y la resiliencia o el papel mediador de EI, resiliencia y otros factores.

Este estudio utiliza un modelo de curva de crecimiento latente para examinar la varianza de la IE en el tiempo y para investigar su papel en el desarrollo de la resiliencia. Las investigaciones existentes muestran que hay una fuerte asociación entre IE y la resiliencia (Armstrong et al., 2011). El EI no sólo juega un papel predictivo crucial en la resiliencia, sino también antes de la resiliencia (Armstrong et al., 2011; Kat et al., 2019).

Según los resultados de este estudio, tras la intervención de MT, el EI ha mostrado una tendencia al alza. El MT hace cambiar las regiones del cerebro que regulan el proceso de las emociones. Durante la formación mindfulness, Perdidos et al. (2012) uso meta-análisis proporcionó intuición de las áreas cerebrales activas. Perdidos et al. (2012) han descubierto que los ganglios de la base (caudado), la corteza entorna (región parahipocampo) y la corteza prefrontal medial son las regiones importantes del cerebro que sirven el estado meditativo a través de la estimación de la probabilidad de activación (ALE).

Estas tres regiones son cruciales para los procesos cognitivos y emocionales que son relevantes para el entrenamiento mindfulness. Perdidos et al. (2012) creen que cuando los individuos están en el estado de MT:

-los ganglios de la base pueden ayudar a inhibir los pensamientos irrelevantes.

– la corteza entorna ayuda a controlar el estado mental.

-la mPFC contribuye a mejorar el sentimiento de autoconciencia emocional.

 

Por lo tanto, el MT es una manera útil para mejorar la conciencia emocional, que es útil para aumentar el IE.

Además, en este estudio, el nivel de IE mejoró con el entrenamiento. Esto puede deberse al hecho de que en la práctica continua del entrenamiento de mindfulness, los participantes son más sensibles al reconocimiento de las emociones.

 

Además, el nivel de inteligencia emocional también ha aumentado.

Esto puede ser causado por el hecho de que la capacidad de los sujetos para reconocer las emociones es más aguda en la práctica continua del mindfulness training. Además, el entrenamiento mindfulness requiere que los sujetos acepten el momento presente con la conciencia no juzgante de la emoción, que puede ser útil para los individuos a percibir, entender la causa y la consecuencia de las emociones. Este es un aspecto fundamental de la IE.

 

Discusión:

A través de 4 pruebas de seguimiento de 6 meses, este estudio ha investigado sistemáticamente el impacto del entrenamiento de mindfulness en la resistencia de los adolescentes en el contexto de la epidemia COVID-19.

Hasta cierto punto, ha demostrado que el entrenamiento de mindfulness conduce a una mejora significativa de la resistencia.

 

1) En cuanto a la búsqueda de mindfulness y resiliencia:

la mayoría de los estudios han utilizado dibujos transversales o de seguimiento de dos puntos. Aunque estos dibujos pueden ayudarnos a entender el impacto del entrenamiento de mindfulness en la resistencia, no explican esencialmente la verdadera trayectoria del desarrollo de la resiliencia.

Esta investigación no sólo examina la tendencia de desarrollo de la resiliencia bajo el entrenamiento de mindfulness, sino que también explora la influencia del entrenamiento de mindfulness sobre la velocidad de desarrollo de la resiliencia y examina las diferencias individuales en la velocidad de desarrollo.

Los resultados obtenidos proporcionan una base empírica para perfeccionar el modelo de la teoría del desarrollo de la resiliencia.

 

2) Este estudio también investigó sistemáticamente el impacto del género y de la inteligencia emocional en la resiliencia entre los individuos sometidos a entrenamiento de mindfulness.

Pocos estudios han utilizado la investigación longitudinal para explorar la relación entre estos dos factores. Los resultados de este estudio tienen un cierto significado teórico para comprender y mejorar el desarrollo de la resiliencia.

Por último, el mundo está tratando de controlar la pandemia de COVID-19. En este contexto, muchos estudiantes de secundaria también se enfrentarán a los mismos problemas psicológicos. En el contexto de esta epidemia, en cierta medida, mejorar el conocimiento sobre la tendencia al desarrollo de la resiliencia nos ayudará a comprender mejor cómo ayudar a los jóvenes a pasar razonablemente esta fase especial.

 

Conclusiones

Los resultados de este estudio son los siguientes:

(1) La mindfulness ha aumentado la resiliencia y la inteligencia emocional de los estudiantes en el grupo del experimento.

(2) Cuando se somete a una operación de entrenamiento mindfulness, la resiliencia individual tiende a aumentar, y la velocidad de este desarrollo aumenta gradualmente. Hay diferencias individuales significativas en el nivel inicial y la velocidad de desarrollo.

(3) Cuando se somete a una intervención de entrenamiento de mindfulness, la inteligencia emocional individual puede promover el crecimiento de la resiliencia.

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Artículo traducido y adaptado libremente. Fuente: Yuan, Yue. (2021). Mindfulness training on the resilience of adolescents under the COVID-19 epidemic: A latent growth curve analysis. Personality and Individual Differences. 172. 110560. 10.1016/j.paid.2020.110560.

 

Covid-19: ¿cuáles son las consecuencias en la salud mental de los jóvenes?

Consecuencias del Covid-19 en la salud mental de los jóvenes

El riesgo de Covid-19 para los jóvenes es bajo, pero ¿podría ser más peligroso el impacto a largo plazo de las restricciones del virus en la salud mental?

Miles de estudiantes se ven obligados a vivir en una situación de autoaislamiento, mientras que miles y miles de niños faltan a la escuela debido a materias positivas en las aulas.

 

Deterioro de la salud mental de los jóvenes

Un número creciente de psicólogos, psiquiatras y expertos en salud infantil creen que las necesidades de los jóvenes se han ignorado durante la pandemia. Los niños han sufrido demasiado y se les debe permitir vivir normalmente. Los expertos señalan que se ha pedido a los jóvenes que se sacrifiquen por los demás de forma exagerada en comparación con el riesgo real para su salud.

La profesora Ellen Townsend, experta en autolesiones y suicidio en niños y adolescentes de la Universidad de Nottingham, dice que la forma en que se trata a los estudiantes “es increíblemente dañina para su salud mental“.

“No tiene sentido imponer un encierro a los jóvenes”, dice. “Tenemos que ir más allá de esta enfermedad y se requiere un enfoque más ligero”.

 

Evidencia científica del daño del Covid-19 en la salud mental de los jóvenes

Ella no está sola en creerlo. Un grupo de académicos británicos que trabajan en la infancia y la adolescencia ha creado un tablón de anuncios virtual que recopila evidencia científica de que estos grupos de edad han sido olvidados por la política.

Los autores recopilaron los impactos negativos en los grupos de edad recién nacidos y adolescentes.

Entre otros, informan:

  • cierre de grupos de juego;
  • niños totalmente excluidos del tratamiento y las vacunas durante una emergencia médica;
  • consecuencias sobre la salud mental.

 

Covid-19 y el riesgo de enfermedades psiquiátricas

Los psiquiatras están igualmente preocupados por el riesgo de enfermedad mental en los jóvenes, y dicen que sus demandas no son atendidas cuando se toman decisiones generales.

Debemos dar prioridad a los niños y los jóvenes por el bien de nuestro futuro“, dice Bernadka Dubicka, decano de Psiquiatría Infantil en el Royal College of Psychiatry.

Problemas como la autolesión y la ansiedad ya estaban aumentando antes del encierro, especialmente entre los adolescentes, con una tasa estimada de 1 de cada 8 niños que padecen problemas mentales. Todavía hay una falta de evidencia sólida, pero las investigaciones sugieren que la creciente soledad y el aislamiento social durante la pandemia están teniendo un impacto negativo.

Un estudio en “The Lancet Psychiatry” mostró que la salud mental de los niños se deterioró durante este período en comparación con otros grupos de edad.

Los niños en edad escolar han experimentado un aumento en los problemas emocionales y de comportamiento relacionados con padres estresados ​​que intentan hacer malabarismos entre el trabajo y el aprendizaje a distancia. El 83% de los jóvenes con necesidades de salud mental dijo que el bloqueo los hace sentir cada vez peor. El cierre también ha expuesto a los niños a otros riesgos como la violencia doméstica, hogares abarrotados y relaciones familiares difíciles, especialmente dentro de las familias más pobres.

 

Falta de cuidado

Aún más preocupante en los últimos meses ha sido la disminución masiva de niños y adolescentes con problemas que recurren a psiquiatras especialistas. Ese número varía de 40 al día a 4, según el Royal College of Psychiatry.

Los adolescentes son particularmente propensos a la ansiedad y esto podría empeorar durante la pandemia.

Aunque los servicios permanecieron abiertos durante el cierre, el mensaje no se entendió o la gente tenía demasiado miedo al contacto. El temor es que los jóvenes ahora puedan enfermarse gravemente sin recibir el apoyo que necesitan. Los trastornos alimentarios, que son las tasas de mortalidad más altas, son motivo de gran preocupación.

 

La salud mental de los jóvenes: suicidio, depresión y ansiedad 

La universidad dice que está monitoreando los primeros datos sobre el aumento en las tasas de suicidio entre niños y adolescentes desde el inicio del encierro. El suicidio ya era la principal causa de muerte entre los jóvenes de 5 a 19 años en Inglaterra. Los expertos han señalado que Covid-19 no afectaría a la misma cantidad de jóvenes que el suicidio.

Aunque la depresión puede aumentar, los niveles de ansiedad entre los adolescentes de 13 a 14 años no han cambiado mucho. Mientras que algunos niños enfrentan el aislamiento y la falta de confrontación con amigos y maestros, otros se sienten aliviados del estrés diario de la escuela y viven mejor.

 

Efectos a largo plazo 

Aunque las escuelas reabrieron después del cierre de verano y el gobierno dio órdenes de mantenerlas abiertas, los niños continúan teniendo numerosos problemas. Miles están faltando a la escuela porque están en contacto con compañeros o personas positivas en Covid, y están corriendo para ponerse al día con los programas de un año.

Sobre todo, los niños se enfrentan a la muerte de sus familias a causa del virus.

La doctora Dubicka está preocupado por la presión que los niños que terminan la escuela podrían enfrentar una vez que intenten planificar su futuro en medio de tales incertidumbres.

Y también hay estudiantes para los que existe una gran preocupación por su salud mental, que se encuentran cada vez más aislados a medida que las nuevas reglas impiden la socialización normal.

Miles de estudiantes han estado aislados desde que comenzaron la universidad.

“Tenemos que pensar en los niños el año que viene”, dijo el Dr. Dubicka. “Covid es abrumador en comparación con todo lo demás”.

Dubicka predijo que muchas familias terminarán en la pobreza debido a la pérdida de empleo debido a Covid. Puede haber una crisis existencial general entre los jóvenes, dice, donde la gente comenzará a cuestionar el propósito de su vida.

La pregunta es, ¿podrán los maestros cansados ​​y las organizaciones benéficas con fondos insuficientes, a menudo defensores de la salud mental en la adolescencia temprana, brindar el apoyo que se necesita?

 

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Artículo adaptado y traducido libremente. Fuente: BBC News