Personalidad Patológica: 7 Rasgos Fundamentales

personalidad patológica

No existe un consenso unificado sobre cómo evaluar y definir la personalidad, sea patológica o no.

¿Qué es entonces la personalidad patológica?

Entre los modelos más populares, recordamos los Big Five, compuestos por: apertura mental, concienciación, extroversión, empatía y neuroticismo (OCEAN). A continuación, el modelo HEXACO, con seis factores, que se solapan con los Big 5: Honestidad-Umilidad, Emocionalidad, Extraversión, Agradabilidad, Conciencia y Apertura a la Experiencia.

Algunos rasgos y grupos de rasgos son más problemáticos y conducen a dificultades de autorregulación, problemas de relación, trastornos por consumo de sustancias y enfermedades mentales. Otras se asocian a un mayor éxito personal y profesional. Muchos están bien con moderación y sólo se vuelven problemáticos in extremis (a punto de morir).

La concienciación, la empatía y el neuroticismo se asocian con una mejor función media (aunque también hay inconvenientes, por ejemplo, ser demasiado agradable puede significar ser insuficientemente asertivo). La apertura mental y la extroversión son más características de la orientación a las experiencias vitales y las relaciones.

Otro modelo conocido es el indicador de personalidad Myers-Briggs, basado en la teoría de los tipos psicológicos de Carl Gustav Jung. Identifica 16 tipos basados en cuatro dimensiones: Introversión-Estroversión, Sensación-Intuición, Razonamiento-Sentimiento, Juicio/Percepción. Hay muchos otros, a menudo coloridos o imaginativos, que se utilizan para tratar de predecir y mejorar el rendimiento, evaluar la contratación y los ascensos, y para ayudar a crear equipos eficaces.

Los modelos populares tienden a centrarse en los puntos fuertes y a enmarcar los rasgos problemáticos de forma positiva, o a evitarlos por completo.

Personalidad y personalidad patológica

La personalidad no es lo mismo que el trastorno de la personalidad, que se asocia con un deterioro profundo y permanente en múltiples ámbitos (por ejemplo, personal, laboral, interrelaciones), un sufrimiento incalculable y un aumento de la mortalidad. Estos trastornos afectan a entre el 6 y el 10% de la población. El diagnóstico de un trastorno de la personalidad no debe tomarse a la ligera, sino que requiere una evaluación cuidadosa y exhaustiva.

En concreto, un estudio fundamental publicado recientemente (Tiosano, et al., 2020) realizó un seguimiento de más de 2 millones de adolescentes desde 1967 hasta 2011 y descubrió un aumento de la mortalidad de casi 1,5 veces entre los hombres con trastornos de la personalidad y de más de 2 veces entre las mujeres.

La psiquiatría tiene en cuenta los modelos psicológicos a la hora de revisar los criterios y enfoques diagnósticos. El DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), introducido en 2013 después de 10 años de desarrollo, ha avanzado hacia controvertidos cambios diagnósticos en muchas áreas, incluyendo la personalidad patológica.

La definición de personalidad patológica entre el DSM y los constructos alternativos

El anterior DSM-IV utilizaba un modelo de tres grupos de trastornos de la personalidad:

  1. R: Trastornos paranoides, esquizoides y esquizotípicos de la personalidad;
  2. B: bordeline, narcisista, antisocial e histriónico:
  3. C: Personalidad evasiva, dependiente y obsesivo-compulsiva.

Aunque están organizados en grupos, muchos rasgos son compartidos entre las personalidades.

El DSM-5 mantuvo la clasificación tradicional al tiempo que reconocía formalmente la necesidad de considerar en el futuro la actualización a un sistema basado en rasgos: el Inventario de Personalidad para el DSM-5 (PID-5, medido con un instrumento de 220 ítems). Este modelo de investigación se basa en el Modelo Alternativo de Trastornos de la Personalidad (AMPD) del DSM-5®, con 25 rasgos que se consideran organizados en torno a 5 factores subyacentes: afectividad negativa, desapego, desinhibición, antagonismo y psicoticismo.

Finalmente no se adoptó un modelo híbrido propuesto, pero habría definido menos trastornos de la personalidad, a saber: límite, personalidad obsesivo-compulsiva (no es lo mismo que el trastorno obsesivo-compulsivo), trastorno evitativo, esquizotípico, antisocial y narcisista.

Se está investigando más a la luz de la recomendación de explorar constructos alternativos. Un estudio, por ejemplo, encontró que el enfoque AMPD no es mejor (ni peor) que el modelo tradicional de 3 clusters (McCabe et al., 2020). Quilty y sus colegas (2020) encontraron que el enfoque del DSM-5 era válido y se correlacionaba bien con las evaluaciones de los clínicos.

Comprender la personalidad patológica

Gutiérrez y sus colegas (2020) adoptaron un enfoque diferente, comparando el PID-5 y la Evaluación Dimensional de la Patología de la Personalidad-Cuestionario Básico (DAPP-BQ). Se trata de un instrumento bien validado de 290 elementos que abarca 18 subfactores, incluidos 4 factores generales:

  1. Desregulación emocional
  2. Inhibición
  3. Evitación social
  4. Compulsividad

El equipo de investigación reclutó para el estudio a 414 pacientes externos de una unidad de tratamiento de trastornos de la personalidad, la mayoría de los cuales (65,2%) cumplían los criterios de los trastornos psiquiátricos (por ejemplo, trastornos del estado de ánimo o de ansiedad, trastornos relacionados con el trauma y el estrés, trastornos de la alimentación, del consumo de sustancias y otros trastornos, además de los trastornos de la personalidad). Los datos del PID-5 y del DAPP-BQ se analizaron mediante modelos factoriales jerárquicos para examinar aspectos generales y granulares de la patología de la personalidad.

Resultados

Encontraron un solapamiento sustancial entre el PID-5 y el DAPP-BQ, con un par de diferencias notables. La compulsividad fue explícita en el DAPP-BQ, por ejemplo, mientras que el psicoticismo fue más enfatizado por el PID-5.

A nivel general, había dos tipos principales de patología de la personalidad: la internalización (en relación con uno mismo, por ejemplo, depresión, represión de los sentimientos, retraimiento, etc.). Y la externalización (en relación con los demás y el mundo, por ejemplo, arremetiendo contra los demás, comportándose de forma impulsiva, actuando, etc.).

El análisis jerárquico fue el siguiente (Figura 1). La internalización se diferencia además en Compulsividad, Desapego Emocional y Afectividad Negativa. La externalización se convirtió en antagonismo y personalidad sumisa. El psicoticismo y la desinhibición se superponen, perteneciendo tanto a la internalización como a la externalización, resolviéndose en factores distintos: desinhibición y psicoticismo.

En total, la mayor parte de la patología de la personalidad reflejada en estas medidas estaba representada por 7 elementos básicos:

  1. Compulsividad
  2. Desapego emocional
  3. Afectividad negativa
  4. Psicoticismo
  5. Desinhibición
  6. Antagonismo
  7. Personalidad sumisa

Estos factores, en diversas combinaciones, constituyen los distintos trastornos de la personalidad. Una vez más, aunque hay solapamiento, se combinan para dar lugar a categorías de diagnóstico claramente diferentes.

Implicaciones para el tratamiento de la personalidad patológica

Aunque los enfoques basados en los rasgos (dimensionales) de la patología de la personalidad pueden ser estadísticamente equivalentes a los enfoques tradicionales, ser capaz de discernir los elementos constitutivos subyacentes añade valor. Comprender la personalidad nos ayuda a dar sentido al comportamiento de los demás y al nuestro propio.

Para la atención clínica, la capacidad de medir y hacer un seguimiento de los cambios en los factores clave de la personalidad identifica objetivos potencialmente de alto rendimiento por encima de los modelos categóricos.

Los enfoques actuales para tratar el trastorno de la personalidad (por ejemplo, la terapia dialéctica conductual DBT para la personalidad borderline) suelen ser eficaces, pero el tratamiento de la personalidad patológica en general es un reto. La DBT se centra en herramientas concretas como mindfulness, la tolerancia a la angustia, la regulación emocional y el entrenamiento en habilidades interpersonales, por ejemplo. Se puede entender que se centran en áreas subyacentes como la afectividad negativa, la desinhibición y el antagonismo, así como en un nivel macro.

Los clínicos ofrecen una mayor personalización y compasión a los esfuerzos terapéuticos al involucrar a los pacientes de forma colaborativa. Esto incluye la identificación de los rasgos subyacentes y el uso de la conciencia autorreflexiva para construir la motivación, la resiliencia y la acción, trabajando hacia un enfoque integrado para el cambio de la personalidad.

Los traumas y el abandono contribuyen a menudo a los trastornos de la personalidad, aumentando la probabilidad de enfermedades físicas y mentales, lo que subraya la importancia de la atención humanista centrada en la persona. Se está investigando si los enfoques dimensionales de la personalidad y otros nuevos enfoques se convertirán en norma.

 

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Artículo adaptado y traducido libremente. Fuente: Psychology Today.

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